En el salón, la mayoría de estudiantes estaban presentes,
conversando, riéndose o haciendo lo que hicieran. Me senté en el lugar de
siempre, al lado de Sebastian, mi castaño amigo de ojos miel.
Sebastian: hola – acomoda sus gafas cuadradas en su rostro
perfecto… - ¿cómo estás?
Yo: bien, ¿Y tú?
Sebastian: he estado mejor.
Yo: ¿qué pasó?
Sebastian: el maestro de Italiano me dio la calificación de
la semana pasada.
Yo: ¿y cómo te fue?
Sebastian: pues mal… ¡Ay! es que… puedo con inglés, pero italiano, ¡nooo! Trato de interpretar, pero
las palabras que me parecen al español en realidad significan otra cosa.
Reí.
Sebastian: en serio, es frustrante, y mis padres quieren
poner un tutor de Italiano.
Sebastian es un chico acomodado, estudia en la escuela más
reconocida de la ciudad, sus padres son dueños de una línea de ropa y un par de
gasolineras… bueno, es una familia de negocios.
Yo: pero aprovecha y aprende.
Sebastian: es que el italiano NO ME GUSTA.
Yo: Ok, ok… ¿y ya se lo dijiste a tus padres?
Sebastian: no…
Yo: ¡y qué esperas! En ves que pierdas tiempo estudiando
italiano, aunque si se aprende nunca es pérdida de tiempo…
Sebastian: al grano, (tu nombre).
Yo: que en vez de estudiar Italiano, estudia otra cosa… algo
que te guste.
Sebastian: ya lo he pensado antes… y mira – busca entre las
hojas de su cuaderno anillado – aquí está – saca un folleto – clases de
oratoria y expresión corporal.
Yo: ¿te gustaría ir?
Sebastian: sí, empiezan la quincena del mes… ¿quieres ir?
Yo: tendría que pensarlo y conversar con mi mamá.
Sebastian: cierto…
Sebastian es amigo mío desde hace varios años,
estudiamos juntos el último año de la
primaria, y él conoce mi situación, no a fondo, pero puede comprenderla.
Sebastian: y también pensé en eso – dijo sonriente – hay beca…
es decir, si me inscribo yo, tú podrías entrar pagando sólo la mitad del
precio.
Yo: eso sería genial – sonreí – puedo conversar con mamá.
Sebastian: Aquí están los precios…
Volteó la hoja, los precios eran accesibles, y pagando la
mitad entonces la cosa mejoraba. Leí la promoción mientras mi amigo me
explicaba lo de los precios y horarios, también leí los números de información
y la dirección del lugar.
Sebastian: ¿Qué dices?
Yo: que me gusta la idea.
Sebastian: ¿Cree que te den… permiso?
Miré alrededor, ¿me darán permiso?
Yo: sí… con lo del concierto frustrado, mis papás me darán
permiso, se sentirán obligados.
Sebastian me miró burlesco.
Yo: ¡¿qué?! De verdad, aunque no los quiero chantajear
indirectamente.
Sebastian: ¿Tanto te interesan esos raritos?
Yo: sabes que sí.
Sebastian: bueno, bueno… ¿cómo son? Los he escuchado, pero
no sé como son.
Yo: pues son muy guapos – sonreí.
Sebastian: los buscaré en internet.
Yo: como quieras…
El maestro de Literatura entró con su típico maletín negro, saludó a la
clase y se situó en su carpeta
respectiva, delante de todos los alumnos quienes estábamos sentados en mesas
largas y sillas altas.
Lo gracioso, es que las sillas, si bien son altas, son
cómodas… y que el maestro de Literatura es más pequeño que yo, por lo que sus
pies siempre están al aire y parece un pequeño niño con arrugas… Lo sé, no es
bueno burlarse de los demás, pero es que es muy gracioso, parece un gnomo.
Pusimos atención a lo que el Sr. Thompson explicaba. Según
lo que contó a la clase, el estudió en
una universidad de Londres muchos años, especializándose en la historia de la
cultura Egipcia, por lo que sus clases me parecían muy interesantes, ya que de
vez en cuando charlaba con nosotros y respondía preguntas no vinculadas al
tema, sino sobre los egipcios y las costumbres y creencias. Lo que más me
llamaba la atención era que cuando las personas malas morían, echaban sus
restos a los perros y éstos se los comían… me imaginaba yo siendo lanzada a los
perros… Brr.
La clase estuvo entretenida, leyendo, analizando y lo que
siempre hacemos en literatura… sobre todo, encontrándole un sentido a lo que
leíamos… pero bueno…
Luego de esa clase, tuvimos trigonometría, ¿y para qué
aclarar que esa clase se hace linda a penas entra el profesor? Es muy guapo, no
tanto como Bill o Tom, pero si es guapo… es que, a comparación de los demás
profesores, el de trigonometría se llevaba el título de Mr. Estudioso. Y no sé como tenía el tiempo para ir al gym y
mantener el cuerpazo… pensamiento que muchas de las alumnas del instituto
tenían en la cabeza.
Las clases terminaron a las 7 de la noche, como siempre, una
camioneta negra esperaba a Sebastian fuera del instituto.
Sebastian: ¿Te llevo?
Yo: hoy no – le di un beso en la mejilla – gracias, cuídate.
Sebastian: ok… nos vemos el miércoles.
Él entra a la camioneta y me guiña el ojo mientras el auto
se va moviendo.
Ay Dios… reí.
Regresé al instituto y fui a la cafetería… espero que hayan
pasteles de naranja.
Sí, si hay.
Compré uno para mamá y regresé a casa.
Al día siguiente, fui al colegio, donde me encontré con mis
dos mejores amigas.
Karla casi se orinaba de frío, ya que es muy friolenta. Le
di mi bufanda.
Karla: gracias…
Yo: ¿qué pasó con la tuya?
Karla: mi hermano me la escondió en la mañana.
Gigi: qué pase el desgraciado!
Reímos.
Gigi: ¿hicieron la tarea de investigación?
OMG, ¿cuál?
Karla: sí.
Yo: ¿cuál?
Gigi: nunca falta una que no sabe que hay tarea – ríe – la
de Hitler.
Yo: Aah, sí…
“Hitler”, Alemania… Tokio Hotel.
Agilizando la narración…
Pasaron los cinco días de la semana, yendo al colegio,
estudiando, ejercitándome por las mañanas o cada que podía, asistiendo al
instituto tres veces por semana y conversando con Sebastian… etc.
Llegó al sábado, clases extra de Inglés hasta las dos de la tarde.
Cuando regresé a casa, mamá me esperaba con el almuerzo
listo… Amo a mi madre… claro, cuando no grita.
Mamá: ¿qué tal te fue?
Mamá siempre me preguntaba cómo me había ido, de hecho ella
es la única que en realidad se preocupa por mi (en términos de “padres”), papá
casi nunca conversa conmigo… sólo por teléfono
un par de veces al mes y cada dos meses llega a casa por un par de días… pero creo que las
cosas están bien así, ya que no estoy acostumbrada a vivir con él, y como que
más de tres días juntos no nos va muy bien, porque entonces pelamos o
discutimos… tal vez porque aun le tengo rencor por no estar en casa… aunque me
siento mal pensando en eso, no debo juzgar a mis padres.
Terminé de almorzar, hice mis deberes además de lavar los
trastos … no me cambié de ropa, porque en una hora saldría a la biblioteca a
encontrarme con mis dos amigas.
Cogí el celular nuevo, al que casi había olvidado. Entonces
guardé el número que era en la agenda con un contacto como “Le yo” sí, es
estúpido, también agregué contactos principales como a mamá, algunas amigas, un
par de maestros, otros números, etc.
Cogí mi libreta de anotaciones y la otra que utilizo en el
instituto, mi cartuchera y el celular.
Me despedí de mamá y fui a tomar un transporte rumbo a
alguna calle cercana a la biblioteca.
Miré de reojo la hora en el cel, llegaría con anticipación,
es mejor así, para buscar los libros… ¿Y quién va a la biblioteca ahora, que
hay internet? Me gusta ir a la biblioteca más que todo para estudiar, porque
hay silencio y como que el ambiente de libros y personas leyendo me causa
tranquilidad, prefiero estar ahí. Y hay como muebles inflables en algunas
esquinas con una mesita pequeña al lado, esos lugares me gustan, porque son
como personales en un lugar público… no sé, me gusta mucho el ambiente.
Cuando llegué, saludé a Mary, la señora bibliotecaria que me
conoce desde hace un par de meses, la antigua bibliotecaria murió en un
accidente de tránsito, cuando lo escuché en las noticias casi me moría, la
señora Esperanza o “Hope” (como yo la llamaba) me conocía desde que tengo once
años, y me recomendaba muy buenos libros, los libros más hermosos que he leído
son los que ella me daba, Hope decía que eran sus favoritos.
Puse el celular en silencioso y fui a buscar algún libro de
Literatura… cuando empecé a hacerlo, sentí que algo faltaba… o tal vez alguien.
Karla llegó un minuto después, Gigi se demoró cinco.
Gigi: es que tuve que ayudar a mamá a preparar la cena, hoy
es el cumpleaños de papá y vamos a hacer una reunión con la familia, ¿quieren
ir?
Karla: yo sí.
Yo: me gustaría ir, pero yo paso… mándale saludos a tu papá
de parte mía y de mi mamá.
Gigi: okay…
Karla: ¿por qué te quedarás en casa, hoy sábado en la noche?
Yo: es que quiero pasar tiempo con mamá… casi nunca la veo,
ella en su trabajo o yo estudiando.
Karla: ooh, entiendo.
Gigi: ok, ok, chicas, empecemos a estudiar.
Karla: Oye, (tu
nombre), ¿Y tus gafas?
¡Eso era!
Yo: ¡aaahh…!
Gigi: no me digas que se te olvidaron.
Yo: sí – cara de aburrimiento.
Gigi: ¿podrás leer bien?
Yo: sí, no es muy cómodo, pero sí…. ¡AH! Chicas, me dieron
un cel nuevo… - les mostré – anoten sus números pleass… ya que no los tengo…
Gigi anotó su número, dirección, teléfono, etc… lo que
pedía. Igual lo hizo Karla.
Karla: seguro regalo consuelo por no haber ido al concierto.
Yo: sí.
Gigi: ay, (tu nombre)…
Yo: yaa, ¿ok? no hablemos de eso.
Gigi: “eso” así que para ti el concierto es una cosa.
Yo: ay dios – me tapé la cara, intentando no reír – ya ven,
yo no meto a los Tokio Hotel en nuestras conversaciones, ustedes lo hacen.
Karla se ríe de mi.
Gracias al cielo y estábamos en la parte más austral de la
biblioteca, en una esquina, donde mis dos amigas jalaron dos muebles inflables
y nos reunimos a leer y estudiar.
Un par de horas después, terminamos, un poco cansadas, con
los libros por el suelo, golpeándonos mientras nos estirábamos y relajábamos.
Karla (cogiendo mis agendas): veamos… oye, no has puesto tus
datos.
Yo: Aay…
Karla: yo los escribiré… “Nombre: (tu nombre); Apellidos:
Adams”
Yo: desgraciadaa.
Karla: ¿tu no decías que eras parte de la familia Addams?
Reímos.
Karla: “Asignatura: de todo un poco; Profesor(a): el gnomo,
el de cuerpo de Aquiles, Dexter, el que parece tortuga, Voldemort…”
Karla escribía eso en ambas libretas, mientras Gigi y yo nos
reíamos.
Karla: “Dirección: vivo en mi casa, al lado de mis vecinos”
Yo: ajá, payasa ¿o qué?
Karla: yaya “teléfono/celular”.
Dije el número del celular que me dieron.
Karla: “En caso de emergencia llamar a: mi mamá”
Reímos más fuerte, y nos callaron con un “sshh”.
Gigi: ay dios…
Yo: Yaya… - quito las agendas a Karla una vez que había
terminado de escribir – ordenen todo…
Gigi: ¿y por qué nosotras?
Yo: porque llegaron tarde – reí.
Gigi me hace cosquillas, trato de no reírme, pero es
imposible.
Karla: Shhhh, nos van a botar de aquí – recogiendo los
libros y jalando su mueble inflable.
Gigi deja de hacerme cosquillas, se levanta y me deja
esparramada en el suelo, riéndome sola.
Gigi (a Karla): ¿La conoces? – mirándome – es una loquita.
Karla: no, no la conozco, pero la he visto tirada bajo el
puente… - ríen.
Yo: claro, búrlense.
Gigi coje su mueble y lo lleva a otro lado, nosotras cogimos
nuestras cosas, dejamos los libros a Mary y salimos de la biblioteca, mis
amigas, colocándose sus abrigos, yo envolviendo una bufanda.
Caminamos un poco y
entramos a La Silla Loca.
Nos sentamos en una mesa, al lado de una pared.
Mesera: buenas noches… - nos entrega la carta.
Gigi y yo nos sentamos juntas, y Karla frente a nosotras.
Gigi: una torta de chocolate y jugo de piña.
Karla: yo quiero una empanada de carne … mejor que sean dos,
y un vaso extra grande de jugo de naranja.
Karla tenía buen apetito.
Yo: jugo de naranja y galletas integrales.
Mesera: ¿cuál de las opciones de galletas?
Yo: la segunda, las de avena.
Mesera: okay – se va.
Gigi: ay, que rico voy a comer…
Yo: sí, lo sé – me moría de hambre.
El lugar se fue llenando, había un segundo piso, pero el
primero era el más cotizado…
Nuestro pedido llegó después de diez minutos de espera,
conté los minutos porque moría de hambre, y no tardamos mucho en terminar de
comer.
Pagamos la cuenta y nos levantamos para irnos.
Justo, unos chicos llegan para sentarse en la mesa… eran
bastante altos.
Karla, Gigi y yo caminamos a la salida.
Yo: chicas, siento algo raro… - dije deteniéndome antes de
tocar la puerta transparente.
Karla: ¿qué?
Gigi: debe ser que el chico castaño que te está mirando –
ríe.
Yo: ¿quién?
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