Un par de camarógrafos capturaron a Bill y a los demás
chicos, ayer por la noche.
Bill: ¿algún lugar más reservado?
No tenía idea.
Cielos, ahora ya no tendría oportunidad de conversar con
Bill por más de cinco minutos.
Él propuso que nos veamos en el hotel donde se quedaba, en
el vestíbulo, sería más personal y abría seguridad dentro, por lo que no
teníamos que temer “¿Temer a qué?”
Yo: okay, es mejor.
Bill: sí, qué bueno que lo comprendas… a la misma hora ¿ok?
Yo: okay.
Bill me indicó dónde estaba el hotel, me dio el nombre.
Yo: sí, lo conozco.
Bill: ¿eh?
Yo: es que es muy conocido.
Bill: oh – ríe.
¡Mal pensado!
Yo: bueno, nos vemos, bye.
Colgué y suspiré.
Seguí mirando la nota sobre “Tokio Hotel” en mi ciudad, se
rumoraba que estaban aquí de vacaciones, otros comentaban que estaban por
trabajo y que se encargarían de promocionar un evento importante de una
compañía. En realidad no me importaba, porque esos canales siempre hacen
“noticia” por suposiciones y comentarios mal interpretados.
Volví a mi canal de música antigua, “mi canal”, me encanta.
Siguieron con más música antigua, y yo seguí bailando como loca delante del
televisor.
Y recordando años atrás, antes de Bill, mi amor platónico
fue John Travolta... cuando era joven. ¡Es que baila tan bien! me encantaba,
ahora ya no tanto… prefiero a Bill, Ay… ¿cómo sería Bill bailando Stayin Alive?
Pero dicen que no sabe bailar, ¡no importa! Yo le enseño… (cara pervertida).
Con el cuerpo muy acalorado, fui a la cocina y me serví un
vaso de agua, miré el reloj colgado en la pared y me di cuenta que debía
alistarme o nunca llegaría.
Apagué el televisor y fui a mi habitación.
Me di un buen baño de agua fría, salí casi azul de la ducha,
hacía frío.
Busqué ropa, me la puse y terminé de alistarme.
Con los principal en un bolsito, salí de casa sin antes
checar la hora… aun tengo tiempo, iré caminando.
Es que estaba cerca, además de que no había sacado el dinero
de casa y me daba flojera iiiiir, buscaaaar mi monedero, regresaaaaar.
Seguí mi camino.
Unos diez minutos después, llegué al hotel, estaba tiempo.
Entré y le pregunté al de seguridad dónde estaba el
vestíbulo.
Seguridad: siga el pasillo amplio, a la izquierda.
Yo: gracias.
Pasé y fui hacia donde me indicaron, en el lugar, frente a
la recepcionista, y en un mueble, estaba… BILL! Cruzado de piernas, pasando las
páginas de una revista de modas.
Me acerqué, el se percató y levantó la mirada, al verme
sonrió, me miró completa… por favor, que no me haya sonrojado.
Yo: hola – me senté en el mueble personal a medio metro de
él.
Bill: hola… - de una mesita entre los dos muebles, saca mis
libretas y la cartuchera – aquí están tus cosas.
Yo: uuff – las cogí – gracias.
Bill: no hay por qué, yo debería pedirte disculpas.
Yo: bueno, disculpas aceptadas.
Bill: genial.
Yo: eam, igual gracias, por conservarlas… cualquier otra
persona las hubiera dejado donde sea o… no sé – reí.
Bill: es que habían anotaciones con temas de “urgencia”,
creí que estarías muy preocupada.
Yo: de echo sí…
Bill: ¿qué te parece si vamos a tomar algo? Al restaurant
del hotel…
Yo: ok.
Me levanté, con las cosas en mano y lo seguí.
A través de las paredes transparentes, me percaté de que no
había nadie en el restaurant, además de los mozos ordenando las sillas,
limpiando las mesas cuadradas y alguien que prepara las cosas en la barra.
Yo: vaya, no hay nadie… - murmuré.
Bill: sí hay – me mira amigable – están los meseros, el
mozo, y el tipo de ahí.
Reí.
Nos sentamos en el medio del restaurant, Bill frente a mi.
Inmediatamente, un mesero se nos acercó y nos preguntó qué tomaríamos o
comeríamos.
Bill: jugo de naranja… - mirando la carta – ensalada de
frutas tamaño mediano y dos sándwiches de durazno con pollo y papitas al hilo…
pero sin pollo, ¿si?
Abrí los ojos asombrada.
Mesero: ¿Y usted?
Bill me mira curioso.
Yo: limonada.
Bill: ¿nada más?
Yo: sólo eso – sonreí.
El mesero se fue.
No pedí más porque no traía dinero… y con suerte tenía un
par de monedas en mi cartuchera que siempre guardo para emergencias, no para
emergencias, pero siempre guardo algunas monedas.
Uno de los mozos puso música en el equipo, como para que el
ambiente no se vea tan aburrido.
Una canción muy bonita empezó a sonar: Me enamoré de Tito el
Bambino y Elvis Crespo.
“Me enamoré, sin querer sin razón, sin motivos…” Ay, qué
propicio.
Bill: ¿Ya has desayunado?
Yo: sí.
Bill: ohhh, a veces olvido que no todo el mundo despierta
tan tarde como yo.
Reí.
Yo: y ¿qué haces aquí? Has venido desde lejos.
Bill: sí, estoy porque somos promotores de una compañía
internacional, distintos artistas van a las sedes principales en diferentes
países, a nosotros nos tocó venir aquí.
Yo: aaa ok, ¿piensas quedarte por poco tiempo, entonces?
Bill: será hasta fin de mes, el evento durará cinco días
previos a fin de mes.
Yo: aaah.
Bill: es
Wednesday, ¿la conoces?
Yo: sí, que coincidencia, mi mamá trabaja en ella.
Bill: ¿así? Tal vez te vea en el evento – sonríe.
Yo: tal vez – reí.
Bill: ¿y qué son todas esas anotaciones? – mirando mis
agendas.
Yo: cosas que debo estudiar.
Bill: ¿Estás en la universidad?
Yo: aun no, estoy preparándome para ingresar, y en las
agendas tengo lo más importante que debo saber y recordar, etc… era de vida o
muerte encontrarlas.
El mozo llega con lo pedido, me da la limonada y a Bill le
sirve todo lo que pidió.
Tomé un sorbo de limonada.
Bill: cuídalas más, no las vuelvas a perder.
Yo: lo haré.
Entonces, alguien entra al restaurant y se acerca a nosotros
diciendo “vaya, desayunas con una linda señorita y no me invitas…”. Volteé a
ver y… casi se me cae la baba! ERA TOM SEX GOD KAULITZ! Vaya, si es más sexy en vivo y en directo.
Bill: estabas durmiendo, no quise despertarte.
Tom se sienta a un lado de la mesa cuadrada, entre Bill y
yo, luego llama al mozo y pide su desayuno.
Tom: ¿no quieres nada, linda? Pide lo que desees.
Vaya, estaba regalón.
Yo: torta de piña – sonreí.
Bill miró a Tom en forma extraña.
Tom (a Bill): ¿a caso no puedo invitarle algo? Tú no lo has
hecho.
Bill: porque no lo pidió…
Tom: bueno, bueno… - me mira – disculpa por coger tus
agendas, es que me entretuve viendo los dibujos de la parte trasera, cuando
quise devolvértela no pude encontrarte.
Yo: no hay problema – sonreí.
Tom: ¿eres artista? Los dibujos son muy bellos.
Yo: no – reí – gracias.
Reí porque no eran dibujos “profesionales” o algo parecido,
eran dibujos sobre el aparato circulatorio, el cerebro… partes del cuerpo
humano, cosas de estudio.
Tom: mi favorito es el de la calavera – riendo también.
No sé si me reía porque a Tom le gustaba una calavera mal
dibujada o porque estaba frente a dos de los chicos que más admiro en todo el
mundo y por los que me vuelvo loca cada vez que escucho una canción suya.
Tom: a Bill le gustó el cerebro.
Lo miré, él estaba un poco serio, comiendo su ensalada y al
oírse mencionado sonrió levemente.
Bill: sí.
Tom: ¿estudias medicina?
Yo: no, estoy preparándome para entrar a la universidad.
Tom: ¿Y qué te interesa estudiar?
Yo: (alguna profesión) economía...
Tom: uuh, ¿en serio? No me lo hubiera imaginado.
Yo: ¿Y qué te imaginabas? – mirándolo con más confianza,
bebiendo limonada.
Tom: enfermería o medicina, creo que te quedaría bien el
uniforme de enfermera.
Casi me atoro con la limonada.
Bill miró fulminante a su hermano.
Tom: lo siento – riendo.
Yo: no creo que me siente el uniforme de enfermera… es ancho
y feo, sólo los disfraces quedan bonitos.
Tom: bueno, es cierto… ¿tú qué opinas, Bill?
Bill (haciéndose el distraído): ¿sobre qué? – pero bien que
sabía lo que hablábamos, es más, no se le pasaba una palabra o tono en que lo
decíamos.
Tom: sobre los uniformes de enfermeras.
Bill: son sexys – comiendo fruta – pero no sé… se te vería
más pequeña – me dice – y en blanco… nah.
Miré a Bill en forma de “gracias eh”.
Tom: nah, no le hagas caso, Bill no tiene gusto.
El mesero llegó con el pedido de Tom y también con mi rico
pastel de piña, era un trozo grande, la boca se me hacía agua.
Tom: ¿y eres de aquí?
Yo: sí.
Bill: ay, Tom, ¿no es obvio?
Tom: puede estar de visita.
Bill: claro…
Bill se notaba medio “desabrido” en la conversación.
Tom: ¿eres Tokita?
Yo: sí, ¿por qué?
Tom: porque no estás gritando ni besándonos…
Pero ganas no me faltan, eh.
Yo: ¿por qué haría eso? – comí un pedacito de pastel.
Tom: no sé – comiendo – la mayoría lo hace.
Yo: aunque después, tal vez te pida un autógrafo.
Bill escuchó atentamente estas últimas palabras: “TE PIDA UN
AUTÓGRAFO” … “TE PIDA UN AUTÓGRAFO”. A él le molestaba eso, porque no fue un
“les pida un autógrafo” sino un “TE PIDA UN AUTÓGRAFO… a ti TOM KAULITZ”.
Pero yo lo hice sin querer, fue como un juego entre Tom y
yo.
Tom: estaré gustoso – sonríe coqueto.
Bill: (tu nombre) y ¿qué música te gusta a parte de Tokio
Hotel?
Yo: de todo, escucho de todo.
Tom: ¿el reguetón? Aquí se escucha mucho.
Yo: sí, no es que me vuelva loca por el género, pero lo escucho.
Tom: ¿y por quiénes te vuelves loca?
Por favor, esto es bajo… saben que por ellos. Y para
rematarla, en la radio empieza una letra curiosa “no me digas que no… no me
digas que noooo”.
Yo: por los Guns n’ Roses.
¡¿Qué creía?! Que le diría “¿por ti, mi amor, por tu hermano
y por los G’s?”
Tom: aah, a Georg le gusta esa banda.
Yo: ¿Y a ustedes?
Bill: a mi…
Tom (interrumpiendo): nos gusta, pero no tanto.
Bill se quedó en silencio.
Yo: ¿qué música te gusta? – pregunté a Bill.
Él me miró algo tímido.
Bill: Stereophonics… es una buena banda.
Yo: ¿a ti?
Tom: Def
Leppard.
Yo: ah, tenemos algo en común – digo a los dos.
Comí un poco de pastel, Bill estaba en silencio y Tom comía
un pan con mermelada y mantequilla.
Tom: ¿y te gusta bailar?
No sé a qué viene esa pregunta, pero…
Yo: sí, ¿A ti?
Tom: sólo un poco.
Yo: ¿Bill, te gusta bailar?
Bill: no mucho.
Tom: he visto en la mañana un video de un ritmo pegajoso,
creo que es “merengue” ¿sabes bailarlo?
Yo: por supuesto – sonreí.
Bill también había visto el video musical donde una pareja
bailaba muy cerca y se divertían haciendo pasos muy sensuales.
Tom: alguna vez me podrás enseñar ¿verdad?
Yo: claro.
Bill terminó de comer las últimas frutas, casi
engulléndoselas en la boca.
Bill (con la boca llena): disculpen, tengo que arreglar unos
asuntos…
Oh, no!! ¡¿Ya se va?!!
Yo: ¿Ya te vas?
Espero que no haya notado mi preocupación y tristeza.
Bill: sí… - no estaba muy convencido de querer irse con mi
reacción – adiós – pone una mano en mi hombro en forma de despedida y camina
hacia la salida.
Okay…
Luego el gemelo menor duda en irse y vuelve la mirada a la
mesa.
Tom: ¿puedo probar un poco de tu pastel?
Yo: sí.
Tom se acerca y coge con su cuchara un trozo de pastel y se
lo come.
Bill gira los ojos con aburrimiento y termina por irse.
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