Karla: los gringos que se sentaron en nuestra mesa, no voltees…
Yo: okay, okay… no… no es eso.
Gigi: debe ser por tus gafas.
Yo: sí, eso… no, no es… ah, quiero una torta.
Gigi: ¡ay, niña!
Fui a caja a pagar la torta, luego me dirigí a la barra para
pedirla.
Gigi y Karla se quedaron atrás de mi.
Alguien a mi lado pidió varias cosas a la mesera que se
encontraba del otro lado de la barra, con un notorio acento extranjero.
Chico: …y dos vasos grandes de coca-cola.
Volteé, el chico era uno de los que se había sentado en la
mesa donde mis amigas yo estuvimos.
Traté de agudizar más la mirada, me parecía conocido… ¿de
dónde?
Chico: ¿vienes seguido, aquí?
Yo: sí – comenté dejando de mirarlo, un poco apenada, sonreí
nerviosa, quería reirme- ¿y tú?
Chico (ocultando su sonrisa, al igual que yo): Es la primera
vez que vengo, pero me gusta… - se puso colorado.
Su voz… lo volví a mirar, me di cuenta que también me
miraba. De pronto, su rostro trazó una cara de nervios o incomodidad.
Chico: ¿me conoces, cierto?
Me entregaron la torta.
Chico: ¿sabes quién soy?
Yo: me pareces conocido, no sé si eres en realidad – traté
de ocultar mi risa, se relajó y rió conmigo.
Yo: adiós.
Chico: adiós.
¡¡¿Qué si lo conozco?!! Claro que lo conozco! Es BILL
KAULITZ! ¡¿y cómo no lo voy a conocer?! Si me muero por él…
Fui con mis amigas y salimos del lugar.
Karla: wuuuuuu – canturreando – buena!
Yo: ¿De qué hablas? – muerdo la torta.
Karla: con el gringoooo.
Gigi: sí, qué mala eres, lo pusiste rojo… ¿Qué fue lo que le
dijiste? ¿algo pervertido?
Karla: prácticamente te desvestía con la mirada.
Gigi: sí, prácticamente te desenvolvía la chalina con la
mirada.
Reí.
Yo: están exagerando, y no le dije nada pervertido.
Creo que ellas no se dieron cuenta de quién era.
Karla: ¡pero hubo química! Yo lo sé, estoy segura, te
apuesto a que le gustaste.
Yo: exageradaaaa.
Karla: yo no exagerooo!
Gigi: eso es cierto, Karla no exagera, dice las cosas tal y
como cree.
Yo: ¿tú crees que le haya gustado?
¡Ay Dios! Cómo… no, es imposible.
Karla: wuwuuuu – ríe – a ti también te gustó.
Gigi: sí, se nota.
Me reí, no sé porque, sentí que toda la sangre se me iba a
la cara.
Gigi: wuuuu, está roja!! Está roja!! (tu nombre) se ha
sonrojado.
Yo: ustedes lo están haciendooo!
Karla: bueno, bueno… - detiene un taxi – te gusta, ya!!
Subimos, Gigi dio la dirección de mi casa, luego irían a
casa de Karla y finalmente ella iría a su casa. Nos repartimos el costo del
taxi.
Yo: locas – terminando de comer la torta.
Gigi: aay, niégalo, pero sé que hubo tensión sexual entre
ustedes dos.
¡Dios mío!
Las tres reímos como locas.
Karla: Giigii!!! Sshhh, no corrompas al taxista.
Reímos más fuerte.
Gigi: ¡sisisisiisi! Lo vimos en un documental que nos
pasaron el año pasado… ¿se acuerdan?
Karla: Gigi que se acuerda de todo lo pervertido nada más.
Gigi: whaat?! – ríe nerviosa – pero si de verdad lo pasaron.
Karla: sí, sí, me acuerdo, al gringo se le pusieron los
labios rojos y como que le brillaron los ojitos.
My God! Están hablando de Bill, ¡DE BILL!
Gigi: pero no sólo se le pusieron los labios rojos, sino
toda la cara – ríe.
Karla: sí, un chico no se sonroja porque sí.
Gigi: ¡y le brillaron los ojos!
Yo: exageran.
Gigi: Awwww.
Karla: no exageramos! Ya que tu no lo quieres aceptar.
Yo: Tonterías… yaa, ya llegué, nos vemos…
Abri la puerta del taxi y volteé para coger mis cosas.
Yo (haciendo a un lado a Karla): ¿dónde está?... yaaa, chicas
– sonreí – dejen de bromear.
Karla: ¿De qué?
Yo: mis cosas, yaaa, Gigi, dame mis cosas… ustedes… ¿no tienen mis cosas?
Gigi miró el asiento delantero, Karla buscó en el piso, a
los lados, un poco más y desmantelaban el taxi.
Yo: mis cosas!! Se me… quedaron!!
Mis amigas se preocupaban.
Karla: ¿qué pero? ¿saliste de la biblioteca con las libretas
y la cartuchera?
Yo: sí, sí… y…
Me estaba muriendo de los nervios, si no encontraba las
libretas estaría MUER-TA, ahí tengo todas mis anotaciones desde inicio de año y
TODO lo esencial que necesito estudiar… oh, Cielos, mamá me gritará.
Yo: tengo que regresar a La Silla Loca.
Karla: pe-pero ¿Estás segura?
Yo: sí, sí, estoy segura… ustedes vayan a casa, yo cojo otro
taxi…
Gigi: no, no, nosotras te acompañamos, vamos, sube.
Yo: no es necesario – alterada – vayan ustedes, se les hará
tarde…
Karla: ¡Ay ya! (tu nombre), no te hagas la loca y sube al
taxi de una vez.
Entré al taxi y cerré la puerta, no fue necesario decirle al
taxista que nos regresara al lugar inicial.
Karla (al conductor): nos espera ¿por favor? – con carita de
perrito en adopción.
Taxista: ok, no se preocupen, yo compraré una hamburguesa… -
apagando el motor.
Yo corrí a las puertas transparentes, entré como si el
diablo me estuviera persiguiendo, con la respiración agitada y la mirada que ni
me servía, ya que estaba sin gafas. Me calmé un poco y fui al lugar donde nos
habíamos sentado…
Una familia estaba disfrutando de su cena.
Yo: disculpen, buenas noches… ¿han encontrado aquí, por
casualidad unas libretas y una cartuchera?
El padre niega y se fija en los asientos, al igual la madre
quien le dice a su hijo pequeño que busque por favor debajo de la mesa… la
respuesta fue la misma.
Yo: ok… ok… - me vuelvo y regreso - ¿Están seguros?
Señora: sí…
Una mesera se acercó a mi.
Mesera: señorita, está incomodando a los clientes, por
favor…
Yo: sí, sí, disculpen – me disculpo con la familia – dime –
me dirijo a la mesera - ¿no has visto unas agendas… cuando limpiaste la mesa…
tal vez, una cartuchera roja y agendas anilladas con tapas negras?
Mesera: Sí, sí, yo limpié la mesa… los chicos que se
sentaron después de ti y tus compañeras… son las de allá, ¿Verdad? – miramos
hacia la entrada, ellas buscaban en el piso, entre las piernas de los clientes
sentados alrededor de sus mesas.
Yo (apurada y nerviosa): sí, son ellas, ¿Y mis agendas?
Mesera: los chicos estaban leyendo unas agendas con las
mismas características, supuse que eran de ellos.
Yo: aay, nooo…
Mesera: haber, un momentito…
La seguí, ella fue donde el hombre de seguridad que está a
un lado de la entrada.
Mesera: Claudio, ¿viste a unos tipos altos, extranjeros, con
unas agendas de tapa negra?
Seguridad: eam… - recordando – sí, sí, hombre raro, alto con
mechas blancas… las tenía y las leía mientras salían.
¡Bill! Bill tenía mi agenda y la estaba leyendo, él tenía
mechas negras amarradas en una cola.
sale hermoso :3 |
Yo (Esperanzada): ¿vio a donde se dirigían? O ¿tal vez
escuchó algo?
Seguridad: no, disculpe, es que no entendí lo que decían.
Mesera: señorita, comprendo su preocupación pero ya no
podemos hacer nada por ayudarla, por favor… sus amigas están incomodando a los
com…
Yo: sí, disculpen…
chicaas…
Karla y Gigi dejaron de buscar, se acercaron.
Yo: disculpe por las molestas… gracias – abatida.
Jalé la puerta y salí, mis amigas me siguieron.
Gigi: ¿y qué pasó? – preocupada - ¿las encontraste?
Karla: ¿dónde están?
Yo: los gringos se las llevaron.
Karla: ¡¿qué?! – extrañadísima.
Gigi (confundida): pero ¡¿para qué van a querer unas
agendas?! Si no son de valor, ni nada.
La agenda era algo así... |
Yo: no sé! Estoy preocupada, no sé qué haré... – subimos al
taxi, el conductor regresaba masticando su hamburguesa, me dio ganas de cogerla
y comérmela de lo molesta que estaba – ahí tengo tooodooo! – quise llorar.
Karla: yaa, no te preocupes, pero puedes pedirle los apuntes
a Sebastian ¿Verdad?
Yo: Asshh, no le quiero pedir nada… es mi responsabilidad, y
las perdí por distraída.
Gigi: Ay, ya no llores…
Taxista: ¿Y qué fue? ¿encontraron tus cosas?
Negué.
Karla: por favor, llévenos a
- dio mi dirección.
El conductor puso el auto en marcha, mientras mis amigas
trataban de consolarme, diciéndome que no todo estaba perdido, que aún faltaba
tiempo para las pruebas de ingreso… pero yo me sentía igual de mal, sobre todo
porque sé quiénes eran los gringos.
Yo: chicas, sé quien tiene mis libretas.
Karla: ¿quién?
Saqué mi celular, y en la galería de imágenes abrí el
archivo con el rostro de…
Ambas ahogaron un grito de asombro.
Karla: estás mintiendo…
Yo: sí, es él, estoy segura.
Gigi: pero ¿qué hace aquí?
Yo: no tengo idea…
Gigi: el tiene tus agendas… - no lo creía.
Y yo no me sentía mejor con esa idea, necesitaba mis agendas
ya… y me sentía tan triste, porque por primera vez había estado cerca de esa
personita especial por la que suspiro en las historias y me lo imagino en el
papel del galán, y porque no lo reconocí a primera vista… porque no fui amable
con él y segundo porque perdí mis agendas, y ya me imaginaba los gritos de mi
madre en casa.
Karla: pero qué raro, para qué va a querer una agenda
rayada, con información casi nula para él.
Yo: no sé… - incómoda, guardé mi celular en mi bolsillo,
asegurándome de tenerlo ahí y no olvidarlo en el taxi – Ush! Si sería tan fácil
conseguir su dirección o su número de teléfono para pedirle que me devuelva mis cosas.
Karla: tan gringo, tan famoso y no sabemos cómo
contractarlo.
Yo: lo sé… - suspiré – si tan solo hubiera alguna forma de
enviarle un … men… sa… je…
Me quedé pensativa: ¡LA BTK APP!
Yo: puedo dejarle un mensaje en la BTK, pero… ojalá y
responda! Le llegarán tantos mensajes…
Karla: al menos inténtalo.
Yo: sí, eso haré…
Cuando tenga la aplicación y sepa como mandar un mensaje o
publicarlo, o como sea.
Llegamos a casa, pagué el taxi de ida, de vuelta y de ida.
Yo: gracias por todo chicas, las adoro.
Gigi: nosotras a ti, cuídate (tu nombre), espero que todo se
solucione pronto.
Yo: gracias…
Karla: cualquier cosa nos avisas.
Asentí.
Cerré la puerta del taxi y vi como se alejaban. No quería
entrar a casa… tengo que hacerlo, tengo que entrar.
Llamé a la puerta y mamá me abrió, neutral, no estaba ni de
buen o mal humor.
Mamá: ¿ y qué tal?
Yo: bien, bien… iré a descansar… - caminando rápido, no
quise que notara la falta de mis cosas.
Mamá: ¿no cenarás?
Yo: nooo… gracias… - caminando.
Mamá: (tu nombre)… - habla seriamente – ven aquí.
Rogué a todos mis santos porque no lo notara…
Mamá: a mí no me engañas, ¡se te ha olvidado algo!
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