martes, 26 de marzo de 2013

Capítulo 17: El arte de sus labios



En tanto...  en la habitación…
Bill: ¿cómo te sientes?
Yo: mejor que antes – mencioné sin muchas ganas.
Bill: ¿te duele?
Yo: sólo cuando respiro…
Bill me miró con una linda expresión en el rostro, una sonrisa y un tipo de complicidad amistosa.


Bill: quería decirte algo, creo que es el momento.
¡¿Decirme algo?!
Yo (preparada para escucharlo): dime.
Bill abrió sus hermosos labios para decírmelo, ¡cuando la enfermera inoportuna abre la puerta y entra con un carrito de metal!
Enfermera: disculpen, es la hora del desayuno… ¿los interrumpo?
Yo: no, no. (¬¬.l.)
Bill se levantó de la silla y le preguntó a ella si necesitaba ayuda.
Enfermera: sí, gracias.
Ella sirvió los desayunos, leyendo las prescripciones de los tres pacientes que me acompañaban. Bill le ayudó colocando los desayunos en la mesa que hay al lado de cada cama.
Enfermera: gracias.
Bill: De nada…
Enfermera: seguiré entregando los alimentos – comenta – (tu nombre), come todo eh.
Miré mi desayuno. Un tazoncito de avena, tostadas con mermelada y jugo de piña.
Yo: Gracias…
No me dieron muchas ganas de comer, primero porque me dolía la garganta al pasar y segundo porque la avena y el jugo estaban desabridos.
Bill se sienta en mi cama, a mi lado; quita la servilleta a la cucharita que me entregaron y coge el tazoncito de avena, echándole aire para que enfriara. Lo miré detenidamente…
Bill: abre la boca… - levantando la cucharita con un poco de avena.
Yo: no gracias…
Bill: abreee – insistió.
Abrí la boca y él me alimentó. Pasó 10 minutos – aproximadamente – alimentándome en la boca, como a un bebé. Era un bonito gesto de su parte, pero me sentía extraña… sobre todo que fuera él quien hiciera eso.
Bill: ¿y qué pasará cuando salgas del hospital?
Yo: no sé… creo que volveré a casa.
Bill se alarmó ante tal idea, la razón: papá podría estar ahí.
Terminé los últimos pedazos de tostadas sin hacer esfuerzo, puesto que tenía hambre, aunque me doliera comer, y en el rostro del gemelo Kaulitz se trazaba una sonrisa juguetona.
Yo: ¿Qué pasa?
Bill: ¿quieres pastel de piña?
Okay, ¿quién le dijo?
Yo: ¿cómo…?
Bill: siempre lo pides – alzó los hombros – cuando salgas iremos por pastel de piña.
Yo: ¿un pedazo grande?
Bill: bien grande, todo tuyo.
Él parecía estar a gusto, se sentía un ambiente agradable con tenerlo cerca.
Cuando no dijimos nada, se produjo un silencio no incómodo… Bill me miraba y yo trataba de no verlo a los ojos… esos ojos me volvían loca con solo sentirlos observarme.
Bill: (tu nombre)… - susurró.
Volteé y lo miré, no a los ojos, sólo lo miré.
Bill: es importante que sepas que puedes confiar en mí.
Asentí.
Yo: gracias.
En un momento, fue inevitable verlo directamente a esos hermosos ojos cafés. Sentí como si pudiera mirarlo de esa manera toda la vida.
Bill (sonríe) y baja la mirada: ¿cómo se llamaban tus amigas?
Yo: Karla y Gigi… ¿por?
Bill: sólo preguntaba… ¿son amigas desde hace mucho tiempo?
Yo: más o menos, desde hace varios años, sí… ¿hace cuántos años que conoces a Gustav y a Georg?
Bill: uhm… creo que más de 8 años, o por ahí.
Empecé a jugar con mis dedos, encima de las sábanas. Él cogió mi mano y luego me miró como sorprendido de haberlo hecho. Sus largos dedos sostenían los míos y seguidamente se entrelazaron. No me opuse a aquello… Luego extendió su mano encima de la mía y notó la diferencia en tamaño.
Yo: tengo las manos pequeñas – dije apenada.
Bill: son bonitas – me mira – yo tengo unas manotas.
Yo: y también son bonitas.
Estuvimos tomados de la mano durante varios minutos, no decíamos nada… bueno, yo no sabía qué decir, considerando que era una inexperta en el tema del amor…
Cuando, en un momento en que casi iba a abrir la boca para decir algo tonto, Bill acerca su rostro al mío, con la otra mano coge una de mis mejillas y me besa.
Fue tanta la sorpresa que me quedé con los ojos abiertos mientras él disfrutaba del roce de nuestros labios con los ojos cerraditos.
Mi corazón quería salirse, si no fuera porque estaba sentada entonces hubiera caído al suelo… ¡BILL ME BESABA! Y por arte de magia (o por arte de sus labios) me olvidé que estaba en un hospital, que pacientes dormidos nos podrían ver o que podría llegar el doctor con la enfermera. Fui cerrando los ojos y disfruté del calor de sus dulces labios…


Karla: Oye, como que… ¿nosotras qué hacemos aquí, esperando?
Gigi (caminando de lado a lado): ay, no sé… tenemos que ir al colegio o a casa.
Karla: a casa, vamos a ver una película.
Gigi: ya, genial, pero aun no nos hemos despedido de (tu nombre).
Karla: pero si Bill está hace rato dentro y no sale… - cara pervertida – qué estarán haciendo.
Gigi: ay, no sé… - cuando se le desvía la mirada y ve que a unos metros, aparece un chico alto, con ropa holgada, cabello con trenzas negras, muy guapo.

Karla nota que su amiga estaba soñando despierta… En tanto, Tom se acercaba y directamente le pregunta a Gustav: ¿dónde está Bill?
Gustav señaló la puerta de la habitación, y el gemelo mayor, sin dudar un momento la abrió y dio un paso adentro, pero algo hizo que éste se quedara estático y segundos después regresara al pasillo con los demás, dejando la puerta cerrada.
Tom tenía expresión de estar molesto, cosa que se notó inmediatamente en su hermoso rostro.
Tom: iré a… por ahí.
Tom siguió de frente y dobló a la izquierda, así, Gigi y Karla lo perdieron de vista.
Karla, con su sexto sentido que siempre la acompaña, curvó una ceja y tensó la mandíbula, sin dejar de mirar la puerta de la habitación en cuestión.
Gigi seguía en las nubes…
Karla (levantándose): yo quiero ver…
Karla abrió y al asomarse, pudo ver, con sus grandes ojos, que Bill y yo nos separábamos después de un beso y que me apoyaba en el hombro de él. La mandíbula de Gigi cayó en la cabeza de Karla, y la de Karla cayó al piso… y Gustav las jaló hacia atrás, no sin antes haber visto la escena.
Gigi: wwiiii!! Al fiiin!!
Karla: después tantooo!
Ambas se abrazaron de la emoción, estaban felices por mí, por Bill, por ellas mismas.
Karla: aaahhh! Moriré! Qué felicidad… ¡y no tomé foto! Ptamre.
Gigi: ay, no importa, luego tendremos oportunidad de retratar algo tan bonito – junta las manos y mira hacia el cielo, parpadeando varias veces.
Gustav seguía mirando a las chicas, un poco extrañado.
Gigi (se percata de la presencia de Gus): Ay, Dios! – apenada.
Karla empieza a reir como loca.
Karla: algo me decía que esos dos ya se estarían besando – comenta.
Gigi: ese algo siempre te dice cosas – comenta – haber, ahora que (tu nombre) ya encontró el amor… ¿ese “algo” te dice cosas importantes sobre mi?
Karla: ese “algo” me dice que debes de dejar de ilusionarte con uno y otro chico y mantener los pies en la tierra.
Gigi: sí, sí… como tú estás felizmente enamorada y (tu nombre) ya está enamorada también, a mi me dejan de lado y no me consiguen novio!
Karla: qué se puede hacer, Cupido te trolleó.

Gigi: p-to Cupido! … oye, ¿viste cómo se fue el chico cuando entró?
Karla: ¿quién?
Gigi: el que entró, el altazooo que estaba buenazo, fuertazo, ricazoo!


Gustav (mete su cuchara): Tom.
Gigi: sí, Tom, gra… - se queda con la boca abierta – Gus..Gus…Gustav O_O

viernes, 22 de marzo de 2013

Capítulo 16: Las violinistas...



Bill estiró el brazo y cogió su celular. Medio dormido, miró la pantalla de éste, tenía un mensaje de un número desconocido. Presionó “leer” y…

…10 minutos después…
Gustav (regresaba de hacer ejercicios, limpiándose la cara con una toalla): cuidado… - dice al chocarse con algún distraído.
Bill: lo lamento… - sigue su camino un tanto nervioso.
Gustav: Ey, Bill! – lo detiene - ¿A dónde vas? – preocupado por su amigo.
Bill: Gus, (tu nombre) está en problemas, está mal y tengo que ir a verla, discúlpame, amigo…  - da un toque en el brazo del baterista y se dispone a irse.
Gustav: Espera, Bill… yo te acompaño.

Bill y Gustav fueron al estacionamiento,  subieron a la camioneta, el chofer no estaba pero ellos podían conducir y localizarse con un GPS.
Gustav: ¿qué pasó?
Bill: Recibí un mensaje de alguien extraño que conoce a (tu nombre) – metiendo la mano en su bolsillo, entrega a Gustav su celular – dice que está grave.
Gustav busca los mensajes y lee el anónimo: “Bill Kaulitz, tu amiga (tu nombre) está en problemas, ve al Hospital Santa María en la calle Villa Nueva… ella te necesita ahora más que nunca. PD: aun conserva el peluche que le diste”.
Gustav devuelve el celular y mira a su preocupado amigo al volante.
Gustav: ¿no prefieres que conduzca yo?
Bill: puedo hacerlo, Gus, no estoy tan mal… CUIDADO!!!... uf, felizmente…
Gustav: será mejor que te calmes.
Bill: lo sé, lo sé – se detiene frente a la luz roja.
Gustav: Yo conduzco, Bill.
Bill: sí, hazlo.
Ambos bajaron e intercambiaron lugares en un dos por tres.
Bill estaba ansioso, el mensaje tan poco explícito lo tenía preocupado. Pensaba en qué podía haber ocurrido con (tu nombre) y se sentía culpable ¿por qué?
Gustav: ¿por qué te sientes culpable?
Bill: ¿qué pasa si una fanática trató de hacerle algo malo o peor, le hizo algo malo?
Gustav: No creo, el mensaje no parece amenazante...
Gustav estaba preocupado por su amigo, nunca antes lo había visto tan mortificado… excepto la vez en que Tom se lesionó el brazo.
Bill: Gustav, estoy asustado… no sé cómo está (tu nombre).
Bill estaba muy enfadado-preocupado-triste. Temía que a su “chica” le haya pasado algo, sea o no  grave, le importaba mucho.
Gustav: ¿no han enviado otro mensaje o alguna llamada?
Bill: no – mirando su celular – intente llamar al número, pero no responden.
Gustav: bueno, ya llegamos.
Se estacionaron y ambos bajaron.

Entraron por la puerta de emergencias y se acercaron al área de atención.
Bill: buenos días, señorita, busco a una paciente, su nombre es (tu nombre)…
Bill (pensando): SHIT! ¿cómo es posible que no sepa su apellido?
Bill (continúa hablando): tiene 15 o 16 años… es de cabello oscuro y…
XXX: ¿Es usted familiar de la adolescente que llegó en la madrugada? – intervino un médico, quien dejaba un portafolios a un lado.
Bill: s…soy un amigo de ella ¿quién es usted?
XXX: Dr. Patrick Olivera, la señorita (tu apellido) es mi paciente.
Bill: Bill Kaulitz – estrecha su mano.
Dr. Olivera: ¿usted conoce al padre de (tu nombre)?
Bill (dudando): muy poco…  (¿por qué me pregunta eso? ¿qué ha pasado? Necesito enterarme) ¿dónde está (tu nombre)?
Dr. Olivera: venga conmigo…
El Dr. Olivera llevó a Bill y a Gustav al pasillo donde se encontraba mi habitación mientras trataba de explicarles rápidamente lo que me había sucedido.
Dr. Olivera: Sr. Kaulitz, ¿Se encuentra bien?
Bill (asintiendo): sí…
Bill estaba fuera de sí, no podía creer lo que había ocurrido las últimas horas.
Dr. Olivera: los dejaré pasar un par de minutos, el horario de visita será en una hora.
Bill: okay… si me permite, quisiera entrar yo solo.
Dr. Olivera: claro…
Bill se acercó a la puerta y respiró profundo antes de entrar, a él le dolía todo lo que me había sucedido y se lamentaba no haber podido ayudarme.
Un mar de pensamientos lo inundaba, pero trataba de mantenerse con la mente fría y actuar sin presión, aunque su impulso de hombre lo hacía sentirse miserable por no ir y golpear a aquel sujeto que se jactaba de ser el padre de su amada, quién fue brutalmente golpeada.


Dentro; mis amigas y yo casi nos quedábamos dormidas
cuando escuchamos que la puerta se abría.
Gigi y Karla corrieron la cortina que había entre la camilla vacía y la mía, se escondieron bajo ésta y guardaron absoluto silencio. Por mi parte, me cubrí con las sábanas hasta el pecho y fingí estar dormida.
 Bill entró a la habitación de color blanco, buscándome con la mirada.
Bill (pensando): (tu nombre), lamento mucho lo que ha sucedido… el no haber estado contigo cuando me necesitaste me preocupa bastante… cuando un ser amado está en dificultades, sus allegados lo presienten, sin embargo yo no sentí ni una señal, ni una pesadilla ni nada… ¿por qué, señor? Sé que no soy un fiel creyente, pero ¿por qué tuvo que ocurrir esto? ¿por qué a ella? Hubiera preferido que me golpearan a mí y no lastimaran a (t/n)… mi (t/n)… - se acerca a la cama donde estoy “dormida” y susurra – (t/n), estás dormida… tu cuerpo está débil y creo que no pudiste resistir tan bien los golpes, sabes, si fuera posible retroceder el tiempo, me atrevería a recibir los golpes que tú tuviste que aguantar… “when you can't breathe, i will be there, zoom into me” - respira profundo.

Bill se sentó en una silla blanca, al lado de la cama y cogió mi mano. La tomó entre las suyas y la besó, cerrando los ojos, agradeció a Dios en voz alta por tenerme a su lado, diciendo que se sentía afortunado por  haberme encontrado.
Todo mi cuerpo estaba en “pausa”. Con sus labios tocando en mi piel, mi corazón empezó a latir rápido, muy-muy rápido, me llené de energía… no sé, fue un sentimiento muy bonito. Su voz...cielos, esa voz… se dice que todas las personas tenemos un ángel que nos protege, ¿será Bill el ángel que me han enviado del cielo? ¿será él, mi ángel con la voz más hermosa de la tierra? Con sus palabras me daba cuenta que todo lo que había sucedido no era nada comparado con el cariño y apoyo que Bill estaba dispuesto a darme. Vaya… pero ¡Qué bonito es el amor! Nunca antes lo había sentido de esta forma, es que es tan hermoso estar enamorado… Bill… ¿todo esto es realidad? ¿o es efecto de la anestesia o aún sigo dormida en el piso de mi habitación? Por favor, que alguien me golpeé (siendo irónica… mi sentido del humor está un poco desabrido, por favor… alguien que me traiga a tierra).
Abrí los ojos, lentamente…
Bill miraba la nada, pensativo y parecía tener muchas cosas en la mente. Así era…
Yo (susurrando): Bill…
Él continuó sujetando mi mano y me miró con la mirada más tierna que jamás haya recibido, luego acercó una de sus hermosas manos a mi rostro y con sus dedos acomodó mi cabello. No me dijo nada, pero una sonrisita tímida se formaba en sus labios, miraba alrededor y volvió nuevamente a la nada.
En voz baja, le pregunté en qué pensaba.
Bill (se acerca más y me susurra al oído): en qué cara pondrán tus amigas cuando salgan de su escondite.
Mis los ojos de par en par, por la sorpresa. Había olvidado que ellas estaban escondidas y me di cuenta que estuvieron de "violinistas del tejado" mientras Bill me hablaba...
Yo (susurrando también): es que la enfermera les dijo que se escondieran.
Bill (susurrando): diles que salgan, deben estar incómodas...


Con una pequeña risilla, dije “Gigi, Karla, salgan ya”.
Después de unos ruidos extraños, quejas de Gigi porque Karla le había pisado el pie “ya me dejaste con el pie plano >.<”, ambas salieron de su escondite.
Bill se irguió en la silla, cuando ellas corrieron la cortina y nos miraron con cara de niñas reprendidas.
Gigi (Apenada): Hola… - se ruborizó – hola Bill.
Bill devolvió el saludo y sonrió muy tranquilo.
Gigi: este… nosotras…
Karla: tenemos que…
Gigi: Bueno… iremos a…
Karla (ocurriéndosele una idea): ¡al colegio! sí
Gigi: noo, Karla, ya fingí mi voz y dije que no iría…
Bill y yo reímos, ambas se veían muy graciosas.
Gigi: iremos a tomar algo... – coge las mangas de la chompa de Karla.
Karla: sí, sí ^^U ya nos vamos… adiós…
Ambas caminan una detrás de la otra y salen, no sin antes hacerme un gesto de “aprovecha que están solos”.
Afuera, Gustav bebía de una botella de agua y vio a mis amigas salir de la habitación. Pero no les dijo ni preguntó nada, aunque sospechó que eran mis amigas, al verlas con uniforme de colegio.


A Karla le pareció haber visto antes el rostro de Gustav, aunque no se acordaba dónde, estaba segura que Gus tenía algo que ver con Bill.
Karla (dejando atrás el pasillo, piensa): tal vez un fan… o guarda espaldas… no, no, el bajista… creo que sí… estoy segura que es algo de Bill… tal vez su hermano…
Karla tenía dudas, pero Gigi estaba segura de quién era el pelinegro de anteojos que estaba afuera de la habitación.
Gigi: Es Gustav Schäfer, baterista de Tokio Hotel, mayor que los gemelos y menor que Georg… ok, algo me quedó de las CUCHUSENTAS veces en las que (tu nombre) me habló de los chicos de Tokio Hotel.


En la cafetería, ambas pidieron un café descafeinado y una empanada de carne. Estaban hambrientas, pues no habían desayunado.

Capítulo 15: Todas para una y una para todas :3



Unas horas después…
Ya había amanecido, los niños se alistaban para ir a la escuela, los padres para ir a sus trabajos y otras personas ya estaban en sus centros de labor.
En el hospital de la ciudad, los doctores habían tenido una noche pesada, accidentes nocturnos, un par de ataques al corazón y un choque entre un bus y un auto, no hicieron una noche fácil.
“Buenos días, Martha… ¿cómo está el paciente de la cama 10?...okay, aumentaremos la dosis, que sea un gramo las próximas 24 horas…”
Oía una voz grave, era un hombre…¿quién?
Tuve los ojos cansados y no me esforcé por abrirlos.
“veamos a la señorita…” dijo esto y oí que corría una cortina.
A penas abrí las pestañas.
Estaba en una cama caliente, las sábanas eran blancas y frente a mi había una mujer de aproximadamente 40 años acompañada de un hombre de bata blanca que también rodeaba esa edad.
Dr. (mirándome): buenos días - lucía tranquilo y de buen humor.
Traté de responder, pero apenas salió un alarido de voz.
Dr.: no te esfuerces, tranquila… soy el Dr. Patrick Olivera, estás en el hospital Santa María, calle Villa Nueva... ¿lo conoces? No te preocupes, sólo mueve la cabeza para responder.


Asentí, sabía donde quedaba.
Dr.: Un hombre, un taxista te trajo hasta aquí hoy en la madrugada, aproximadamente a las 3 y media; ¿recuerdas algo de lo que te sucedió?
Al recordar, sentí que mis ojos ardían y me dolía parte de la nariz, empecé a llorar.
La mirada del doctor cambió, pude ver su preocupación y pena por mí.
Dr.: ya no hay peligro, no llores… aquí estarás bien.
Mirándolo, pude saber que me decía la verdad. Él le hizo un gesto a la enfermera y ella trajo mis gafas. Me las colocó y después puso a mi lado el peluche que Bill me dio.
Dr.: mira, tu perrito de acompaña – sonríe - no lo soltaste durante varias horas... okay… - observa el historial que tiene en sus manos – necesito que me digas cómo te llamas.
Con la voz muy bajita le dije mi nombre y apellidos.
Dr.: ¿tienes seguro?
Asentí, mamá era beneficiaria de él.
Dr.: eso será suficiente, llamaremos a tus padres…
Yo: no… - grité para que pudieran oírme.
El Dr. Olivera me miró atento, luego a la enfermera y sentí un ambiente de preocupación.
Dr. Olivera (mirándome): ¿qué te sucedió?
No quise responder, porque mis lágrimas me lo impedían.
Bajé la mirada.
Yo: no los llamen, por favor.
Dr. Olivera: (tu nombre) necesitamos que nos digas qué te sucedió… ¿hubieron problemas en casa?
Levanté la vista.
Yo: sí… por favor, no llamen a mi casa…
O no llamen a papá, a él no.
Enfermera: Doctor, la asistenta social llegará en una hora.
Dr. Olivera: okay, llama a los padres de la señorita.
Yo: no, por favor… - rogué – no llamen a mi casa, por favor, no lo hagan.
El Dr. Olivera curvó una ceja y me miró pensativo.
Dr. Olivera: llama a la casa… - dice autoritario – ve.
La enfermera se va y él se acerca a mí, jala una silla, sentándose en ella, sigue mirándome y parece querer preguntar muchas cosas. Evado su mirada.
Dr. Olivera: ¿quién te hizo esto?... ¿tu mamá? ¿o fue tu papá?
Tenía miedo que papá viniera y me golpeara, que golpeara a todo el mundo… nadie pudo ayudarme antes, nadie pudo defenderme, ¿este doctor podría? Si le digo lo que sucedió sé que mi padre me golpeará.
Miré al doctor, me esforcé por mantenerle la mirada.
Yo: mi padre…
No pude continuar, la voz se me quebró. El doctor lucía indignado y negando con la cabeza preguntó por mamá.
Yo: ella está de viaje, regresará en un día.
Dr.: sabes que no me refiero a eso, ¿tu madre sabe que tu padre te golpea? El estado en el que te encuentras y mi experiencia como doctor, me dicen que esta no es la primera vez que hace esto contigo.
Tenía razón.
Yo: sí lo sabe...
El hombre de bata blanca se vio muy enojado, levantó la cabeza mirando al techo y se cubrió la cara con las manos, parecía estar muy afectado.
Dr. (bajando la cabeza, se quita las manos de la cara): ¿qué edad tienes?
Yo: quince…
Dr.: ¿Y desde cuándo ese hombre te golpea?
Al recordar aquellos tiempos empecé a llorar desconsoladamente, lloré como si fuera el último día de mi vida y me dijeran que podía llorar libre y sin culpas, sin importar quienes estuvieran alrededor o qué sería después de haberlo hecho.
La enfermera me pedía que me calmara, que todo estaría bien y que ya nadie me haría daño.
Yo: por favor, no lo llamen, no llamen a mi casa, papá vendrá y si se entera que les he dicho algo, no sé que podría pasar.
Pero era tarde, la enfermera había llamado a papá, aunque él aún no había llegado al hospital.
Dr. Olivera: cuando llegue el padre me avisa, enfermera.
Enfermera: Sí, doctor.
Dr. Olivera (Se acerca a mi):  (tu nombre), ya no hay peligro – sonríe cálidamente.

Él se fue y la enfermera se quedó en el lugar cuidándome a mí y a los demás pacientes.
Estando ahí me preguntaba qué sucedería después, ¿cuándo podría volver al colegio? No podía perder clases, éste último año es decisivo… ¿qué será de Karla y Gigi? Espero que hayan hecho la tarea de Geometría o tendrán que quedarse hasta tarde, vaya amigas… ¿sabrán lo que me pasó? ¿llegarán a enterarse? Espero que no, no quisiera preocupar…
“Oigan! Esperen, ¡no pueden pasar! No, no!... aaahhhh ME MORDIOOO”.
La enfermera se levantó de la silla donde se encontraba y miró a la puerta, en seguida, en un golpe seco, ésta se abrió y, asustada, volteé a ver qué sucedía.
Karla: ¡¡¡(tu nombre)!!!! – se cae al piso, con Gigi encima de ella.
Al verlas mi corazón latía muy fuerte, de emoción… de alegría, estaba muy feliz que ellas hayan llegado, aunque cayéndose, pero llegaron y…

¡¿CÓMO LLEGARON HASTA AQUÍ?!
La enfermera se acercó a ayudar a mis amigas y al momento llegaron dos técnicos a sacarlas de la habitación.
Gigi: no señor, ¡quítenme las manos de encima! Soy cinta negra en karate y no dudaré en golpearlos… - dedica una mirada retadora a los enfermeros.
Técnico (diciéndole al otro): ay, mejor atrápala tú… no, que yo no… no… no, mejor tú…
Yo: ¡chicaas! – sonreí, estirando mis adoloridos brazos.
Karla & Gigi: ¡(tu nombre)! – van a donde me encontraba y me abrazan.
Karla: ¡¡(tu nombre)!! ¿estás bien? ¿Qué te pasó? ¿cómo…? ¿quién te hizo esto? – desesperada – dime quién te hizo esto, que ahorita mismo voy y le rompo el cu… a patadas.
Yo: Karla – sonriente, su forma de preocuparse me causaba un poquito de gracia – ya estoy mejor… más bien ¿Cómo llegaron hasta aquí? ¿cómo se enteraron que estoy aquí?
Gigi: es que mi tío te conoce, él es enfermero aquí,  hoy le tocó hacer guardia y en la mañana me llamó preguntándome por ti… y bueno, así me enteré…  y nos escapamos del colegio por venir a visitarte– sonríe –así que agradécelo, eh!
Yo: gracias, chicas, las amo…
Enfermera: shhhh – nos calla – bajen la voz, que no es horario de visita… - se asoma fuera de la habitación – pueden quedarse aquí un rato más, pero luego se van eh, no está permitido la entrada de menores de edad, y menos sin autorización.
Gigi: sí señora – sonríe – no se preocupe.
Enfermera: iré a dejar unos papeles – nos dice – si alguien viene, no duden en esconderse y no hagan tanta bulla.
Karla & Gigi: entendido.
La enfermera salió y nos dejó (Bueno, también con los demás pacientes dormidos) en la habitación.
Gigi: Ay, (t/n)… - suspira – tu papá te hizo esto ¿Verdad?
Asentí, girando los ojos con molestia.
Karla: algo me decía que ese desgraciado tenía que ver en esto – se cruza de brazos – no entiendo porque hasta ahora no lo han denunciado.
Alcé los hombros y me sentí apenada.
Gigi (pegándole en el brazo a Karla): no la pongas más triste pew! – me mira – Ale, estamos aquí y no permitiremos que nada te pase.
Karla: así es, una para todas y todas para una :D
Reí.
Gigi: Ay qué aburrido este lugar – coge mi celular – ¿puedo jugar pacman?
Asentí.

Gigi: uuy, deberían traer una tele… ay, sí hay – se acerca al televisor en alto y lo enciende, poniéndose de puntitas – uuuy, cable! Que bien…! Veamos…
Gigi puso un canal donde una forense hacía análisis y armaba un crimen, como niña obediente se sienta a ver el programa.
Karla (mirando alrededor): Espero que no te quedes aquí por mucho tiempo, este lugar no me gusta.
Yo: yo igual.
Karla: pero no te ves tan mal – sonríe – uuhmm – mirando el perrito de peluche - ¿alguien ya vino a visitarte? – lo coge.
Negué con una sonrisita en los labios.
Karla: ¿entonces? – ríe – por algo tienes esa cara de pícara, cuentameeeee… ¿Quién te lo dio?
Alcé los hombros en forma de decir: “no sé”. Y luego reí.
Karla: no me digas que fue… fue… Ighhh Ighhh… - parecía que se le acababa el aire, qué dramática – ¡¿Bill te trajo esto?!
Yo: nooo! Bill me lo dio ayer.
Karla (ahogando un grito): Giigiii!! Ven para acá!
Gigi se levantó del piso y se sentó en la cama vacía de al lado.
Gigi: ¿Qué? – interesada.
Karla: Adivina qué chico de piernas de palo le dio ESTE LINDO PELUCHITO a la señorita en cuestión.
Gigi: ¿Jack Skeleton?


Karla: ¬¬ no… ¡Bill Skeletoon!
Gigi: D:  - bailando -♫ esto es halloween esto es halloween ♫
Soltamos nuestras delicadas carcajadas que se escuchan una cuadra, y yo me atoraba porque me ardía la garganta.
Gigi: ¡cuéntanos todo y exagera!
Yo: me lo obsequió ayer, después de salir del instituto.
Karla: ¿Y qué más? – ansiosa por saber.
Yo: presiona la patita…
Karla presionó la patita del peluche y oímos la voz de Bill.
Karla: ya ven! Ya ven! Yo lo dije, yo lo sabía, Bill está enamorado de ti.
Hice cara de extrañeza.
Karla: yaya, cambia esa cara qué tu sabes bien a lo que me refiero.
Ok, ya no podía negarlo más ¬¬.l.
Gigi: ¡Qué lindo! – sonriendo ilusionada -  el amor, el amor…
Karla: espero que todo pase y seas feliz con tu príncipe azul…
Yo: no necesito a un príncipe para ser feliz – las miro seriamente - tengo a dos mosqueteras a mi lado y eso es más que suficiente!
Ellas: Awwww!
Me abrazaron.
Luego del abrazo de grupo, Karla y Gigi y se echaron en la cama vacía de al lado y vimos el programa de la forense por un canal extranjero.

En el Hotel Paradise…
“Ahh, qué cansancio… debo ir a avisarle a Natalie que cambiemos de maquillaje para la alfombra Wednesday, también necesitaré otra lata de laca para el cabello… Uy, Tom se olvido de llamar a mamá, seguro ella nos llamará en un par de horas… aahhhh – bostezando – cinco minutitos más, sólo eso… <<Brr… brr… brr…>> Tmre, algo me vibra… ¿Qué c@r@j0$ está vibrando?”.
Bill estiró el brazo y cogió su celular. Medio dormido, miró la pantalla de éste, tenía un mensaje de un número desconocido. Presionó “leer” y…

lunes, 18 de marzo de 2013

Es la hora aliens!!! voten voten voten ♥



Somos... ¡TOKIO HOTEL!

Bill: ¡Y este es MTV Music March Madness!
Vamos a defender nuestro título, estamos muy listos.
Hemos estado en nuestra sala de grabación por todo un año...

Tom: ¡Sí!

Bill: ...preparándonos, por lo tanto nosotros queremos ganar definitivamente otra vez...

Tom: Si ganamos lanzaremos nuestro álbum este año, si no...

Tom: & Bill: Nunca, nunca... ¡NUNCA!

Bill: Creo que la mejor manera de ganar es asustando a los otros fans y a otras personas,
creo que los Aliens pueden hacer eso... Creo que debemos activar nuestro poder Power Ranger...

Gustav, Tom, Bill & Georg: Power Ranger power... Aktiviert!

Bill: Vota por nosotros en el campeonato de MTV
Musical March Madness

sábado, 9 de marzo de 2013

Capítulo 14: Rescue me...



Sentados uno frente al otro, mirábamos la cena que papá sirvió hacía varios minutos.
Papá: se te enfriará… come…
Yo no había hecho más que mover el guiso con el tenedor.
Yo: no tengo hambre…
Él levantó la mirada, estaba incómodo, no sé si molesto.
Papá: ¿por lo que pasó en la calle? – ríe - ¿quién era el muchacho que te acompañaba?
Yo: nadie… - hice como si no fuera importante.
Papá: te dio un peluche… - mirando hacia la sala, donde el regalo estaba – soy tu papá… ¿o es que no quieres contarme?
Curvé una ceja, algo estaba extraño, una sensación rara… ¿qué pasaba?
El celular de papá interrumpió aquel momento en el que iba a preguntar si todo andaba en orden. Él se levantó de la mesa y me pidió que no me fuera, y por favor pusiera agua a hervir para tomar un té.
Puse agua a hervir, y aguanté las ganas de irme.
Me sentía avergonzada por lo que papá pudo ver entre Bill y yo… es mi padre, y presiento que él sabe que Bill me agrada de una manera especial.
Los minutos pasaban, Bill había regresado a pedido de su hermano; yo estaba recostada en la mesa, esperando a que papá regresara. El agua casi estaba por hervir, y él aun seguía conversando por teléfono…
Yo (hablando desde la cocina): ¡papá… el agua ya está!
Lo oigo responder desde la habitación de servicio (una que casi nunca se usa) “apágala y sirve el té, ahora voy”.
Con incomodidad, lo hice.
“Dónde diablos…”. Fui a la habitación de servicio, la puerta estaba entre-abierta y pude escucharlo hablar con precaución. ¿Qué era tan importante?
En ese instante, papá colgó el teléfono y se levantó del borde de la cama donde conversaba por celular.
Inmediatamente regresé a la cocina y actué como si hubiera estado esperándolo.
Yo: ¿todo está bien? ¿Era mamá?
Papá (bajando la mirada): todo está bien.
Sabía que las cosas entre papá y mamá no eran las mismas desde hace un tiempo, pero esto último me estaba preocupando.
Papá: me decías… del chico con que hablabas…
Parpadeé sorprendida, pensé que lo había olvidado.
Yo: nada, no es nadie importante.
Papá: ¿segura? – asentí – bueno… - ríe – que bueno… pensé que era tu “novio” – en tono burlesco, y ríe por un buen rato, sólo.
No pude evitar sonrojarme.
Papá: eh, te pones roja… ¿Es tu “novio”?
Qué infantil.
Papá (cambia de expresión): (tu nombre)… - habla seriamente – dime si ese hombre era o no tu algo tuyo.
Yo: no, no, sólo es mi amigo… - alcé los hombros.
Papá: bien… espero que sigas así…
¿”Así”? ¿a qué se refería?
Yo: tengo que ir a descansar…
Papá: yo igual… - cogió la taza de té que estaba de su lado – lava los trastos, si no vas a comer, bota la comida… o guárdala, no sé, tú ya sabrás qué hacer… - se va.
Giré los ojos, enojada.
Llevé mi plato a la nevera, cubriéndolo con uno de esos plásticos que hay para almacenar los alimentos. No valía la pena aguarme el día por los comentarios sin gracia de papá. Limpié los trastos y la mesa, cogí la taza de té y me dispuse a ir a mi habitación.
“Ahhh, cierto, el peluche de Bill”.
Fui a la sala mientras daba un sorbo a la bebida caliente.
“¿Dónde está?... se debe haber caído”. Rodeé el sofá y no vi nada. Qué extraño, ¿lo habré olvidado en el auto?
Marché al garaje, encendí las luces y miré a través de las lunas. No había nada…
¿habré olvidado el peluche en algún lugar? No, claro que no, estoy convencida que entré a casa con él.
Un leve presentimiento me decía que papá tenía algo que ver con esto.
Seguí buscando el peluche, entre tanto me acabé la taza de té.
Yo (tocando la puerta de la habitación de servicio): papá…
Papá (desde adentro): pasa… - se aclara la garganta.
Abrí la puerta, y entonces, para mi sorpresa, lo veo echado en la cama, con el peluche a un lado.
Padre presionó la patita del perro y la voz de Bill con “Zoom into me” empezó a sonar por toda la habitación.
Me sentí intimidada, ¿por qué hacer eso?
Yo: Eso es mío… - mencioné indignada y me inclino, intentando coger el peluche.
Papá: eey, un momentito… - lo jala, alejándolo de mi – ¿quién dijo que te lo llevas?
Yo: es mío.
Papá: no, no, lo que haya dentro de esta casa, me pertenece… así que este peluchito – mira el obsequio – es mío.
Reí, inquieta, casi burlándome de él.
Yo: ya basta, dámelo.
Papá: oow, ¿por qué? – me mira - ¿es a caso “especial” para ti?
Papá trazó una sonrisa que luego se convirtió en risa, se burlaba de mi…
Yo: sí, es más especial que tú – pensé.
Él me miraba de pies a cabeza, con la mandíbula tensa volvió a preguntarme “¿quién era el sujeto con el que hablabas?”.
Yo: ya te dije que es sólo un amigo.
Papá: ¡no me levantes la voz! – gritó.
No le había levantado la voz.
Papá: ¡¿qué te crees?! – se pone de pie y lanza el peluche al piso.
Me asusté un poco y di un paso hacia atrás, un poco temblorosa, lo miré.
Papá: ¡¿a caso ya tienes enamoradito?! ¡respóndeme! ¡a caso ese homosexual era tu enamorado! ¡dime! ¡quisiera saber yo mismo si mi hija es lesbiana o bisexual!
Sus palabras me dolían y hacían brotar mucha rabia, odio y malos sentimientos desde el fondo de mi.
Yo: no tienes porqué tratarme así – expresé con unas lágrimas en los ojos.
Papá: ¡responde lo que te he preguntado! - toma mis hombros y me zarandea – dime! Eh!
No quería decirle nada, estaba muy molesta y dolida, no era el mejor momento para hablar.
Papá: ¡¿ese pendejo se ha acostado contigo?! ¡¿eh?! ¡dímelo de una puta vez! – me soltó, empujó y dio una bofetada.
El golpe fue tan fuerte que caí al piso, sin fuerzas para levantarme. El pecho me dolía y lo único que deseaba en ese momento era gritarle a ese hombre cuánto lo odiaba y me molestaba.
Papá: eres una vergüenza… - murmuró.
Hubiera deseado no escucharlo.
Papá: levántate de ahí… - vio que no lo hice, y él se acercó, bruscamente me levantó – escúchame bien… no quiero que lo vuelvas a ver! ¡¿entendiste?! – jala mi cabello – no quiero que te vuelva a tocar! No quiero que ese sujeto se acerque a ti!...
Algo empezó a sonar. Padre buscó en mis bolsillos, yo intentaba zafarme de él, pero con una mano me sujetaba…
Una llamada entraba a mi celular, con el contacto de “Tom”…
Papá: ¡¿Quién es este?!
Yo: un amigo del instituto – lloré, temiendo que volviera a golpearme, con la mirada le imploraba que no me hiciera más daño.
Papá: ¿cómo se llama?
Yo: ¡Tom… Tom…!
Papá (dándome una bofetada más): ¡de dónde es!
Yo: es de… de… … de… aquí…
Papá: ¡¿qué edad tiene?
Yo (encogiéndome): dieciocho.
Papá: ¡¿en qué escuela estudiaba?!
Yo: e-e-es de… de… la escuela frente a la mía...
Intentaba calmarme, no llorar y responder a las preguntas que padre me hacía.
Sentía que toda la sangre se me había ido a la cara, me dolía la espalda y aun más los brazos.
Papá: ¡no te creo! - cortó la llamada y lanzó el celular a la cama, éste rebotó y cayó al suelo.
En su mirada se reflejaba mucha ira, y me entró un pavor inmenso al saber qué me sucedería.
Papá me lanzó a la cama y se quitó el cinturón de cuero.
Papá: esto te recordará, a no andar de coqueta…
Yo: ¡¡¡Nooo!!! ¡Noooo! ¡papá, yo no hacía nada! ¡aaaaaaaaaaahhh!
Empezó a golpearme en la espalda con la hebilla metálica del cinturón.
Grité desesperada, tratando de cubrirme con las almohadas, jalando las sábanas, cayendo de la cama. Pero parecía que no había más personas en la tierra, nadie escuchó nada, nadie vio nada… En ese momento sentía un dolor tan grande, más que él físico… sentía un dolor en el alma. Con cada latigazo veía mi vida pasar en frente de mis ojos llorosos. Los cerré... y en mi mente aparecieron muchas imágenes de mi vida, desde que soy pequeña, en las que padre me golpeaba y me trataba mal.
Papá: ¡¡te quedarás aquí!! – espetó colocándose su cinturón.
Casi desmayada, me encerró en la habitación de servicio, ésta estaba hecha un desastre, incluso la lámpara de noche se había caído al piso… a un lado me encontraba yo.
Muchas lágrimas salían por el dolor de los golpes, pero el dolor de saber que ese hombre era mi padre, era mucho peor.
 

Desperté con las pestañas mojadas, la luz de la habitación aún seguía encendida y al primer contacto con ella mis ojos lagrimearon. 
Miré alrededor, la ventana estaba abierta, por ella entraba una brisa helada.
Sentí estar perdida, no saber qué hacer ni saber quién era… sentí haber perdido una parte de mi.
Quise gritar, pero la voz no me salía. Me ardía la garganta de tanto haber gritado. Mis párpados pesaban. Tiritaba de frío.
Busqué mis gafas. Éstas estaban encima de la cama, no se habían roto. Me arrastré hasta ella, y me las coloqué.
La hora del reloj de la lámpara tirada en el piso me avisaba que era las 3 de la madrugada…
En seguida, el primero pensamiento que llegó a mi fue: tengo que irme de aquí.
Empecé a desesperarme y a ponerme ansiosa, temí que papá volviera y me encontrara despierta … que continúe golpeándome… no, no…
Con las rodillas temblando, me levanté arrastrando mi pie derecho, me dolía mucho… bajé la mirada y vi que tenía una herida abierta en el tobillo, estaba no sangraba pero se veía mal.
Cogí la cerradura de la puerta y la giré intentando no hacer ruido, ésta no abrió… La dejé, tal vez papá está dormido y no la oyó girar. Es el momento perfecto para escapar…
Hecha un manojo de nervios, me puse los zapatos… a un lado estaba el celular… lo cogí.
Tal vez esta sea la última vez que entre a esta casa, espero que así sea.
Antes de salir, cogí el peluche que me dio Bill y abrazándolo, salté por la ventana.
La casa era sólo de una planta, pero esa ventana estaba a una altura considerable… el pie con la herida fue el que se afectó más.
Cojeaba esperanzada. Lo primero que se me ocurrió fue ir a casa de Gigi o Karla, aunque vivían muy lejos… no importa…
Una que otra persona pasaba por mi lado, ellas sólo me miraban con desprecio, una con compasión y otra con preocupación… pero ninguna se acercó a ayudarme.
El celular estaba apagado, cuando lo encendí vi que la pantalla estaba rajada sin embargo aun funcionaba.
Marqué presioné re-llamada y salieron varias opciones. Llamé a Karla… pero ella no contestaba. Intenté dos veces más, y me desesperaba al oír a la operadora pedirme un mensaje.
De casualidad presioné la patita del peluche y oí la voz de Bill cantar:

Zoom into me…
Zoom into me…
I know you’re scared
When you can’t breathe
I will be there zoom into me…


“Bill…”