sábado, 9 de marzo de 2013

Capítulo 12: ¡se le cae la baba por ti!



Entramos a la tienda y vimos los anuncios de las paredes, las mesas con algunas parejas de novios comiendo dulces y compartiendo coqueteos.
Yo: ¿Qué es lo que quieres comprar?
Bill: eam… - saca de su abrigo la cajita del turrón – esto.
Yo: Oh, turrón… ¿cuánto quieres?
Bill: diez cajitas más… - sonrió y yo me asusté – no te preocupes, yo lo pagaré.
Yo: no, no… yo lo haré, luego, si quieres me devuelves el dinero… ¿no quieres algo más?
Bill: ¿Traes bastante dinero? – nos acercamos a la vitrina donde exponen distintos dulces.
Yo: Bill, eres mi amigo, no te preocupes por eso…
Ok, Bill me dejará en bancarrota.


Yo: uuhm… - mirando los postres.
De verdad que me dio  hambre con solo ver los deliciosos pastelitos dulces.
Yo: yo pediré una torta de piña…
Bill me miró unos momentos, algo tenía en mente... volvió a ver a la vitrina y dijo que sólo quería los turrones.
Yo: Bill, sería mejor que compres uno de kilo y medio.
Bill: si viene el equivalente, ya.
Yo: perfecto.
Fui a caja y pagué el turrón tamaño familiar de Bill y mi torta de piña.
Yo (guardando mi dinero): vamos a pedirlo…
Bill me seguía a todo lado, parecía ser mi sombra.
Entregué el papel con mi pedido al hombre que atendía con un mandil y guantes blancos, él estaba detrás de la vitrina.
Hombre: ¿la torta, la comerá aquí o la llevará?
Yo: la llevaré.
En una de esas bolsas marrones biodegradables, el hombre metió mi pedido y un refresco de no sé qué.
Hombre: Es cortesía de la casa, gracias por su compra.
Bill: ¿yaa? – un poco desesperado.
Yo: sí.
Salimos de la tienda y afuera saqué la cajita con mi pastel de piña y le entregué la bolsa a Bill.
Yo (pensando): ay, qué delicioso, moriré comiendo pastel de piña, lo amo… - comiendo un pedazo, y saboreando poquito a poquito el delicioso sabor.
Bill me mira un poco “acalorado” a causa de los gestos involuntarios que hice.
Bill: eam…
Yo: ay, lo siento… - me había olvidado que él estaba presente.
Bill: toma… - saca su billetera y busca algo – bueno, sólo tengo billetes grandes – me entrega 100 dólares.
Yo (Abriendo los ojos en sobremanera): no, no es necesario – sonreí – guárdalos.
Bill: cógelos, de verdad.
Yo: de verdad, guárdalos.
Bill: pe-pero...
Yo: es lo menos qué puedo hacer por ti.
Bill me mira confuso.
Yo: tu música es muy buena, haces un buen trabajo y esto es lo menos que puedo hacer para agradecerte…
Bill: pero hay personas que me pagan por mi trabajo.
Yo: yo también quiero pagarte… - comiendo un poco.
Bill va guardando su billetera, pero aún tenía el billete en la mano.
Bill: ¿no los aceptarás?
Yo: no – lo miré – si insistes me molestaré contigo.
Bill: está bien… - guarda con resignación el billete.
Caminamos de regreso al parque.
Nos sentamos en una banqueta y Bill abrió su turrón.
Bill: waaaoo – mirando – esto es extra-extra-grande.
Yo: disfrútalo.
Bill: geniaaal… haber – se hacía bolas, no sabía si comerlo con la mano o si sería necesario un cuchillo y una cucharita.
Yo: cómelo con la mano, no hay problema.
Con sus dedos larguchos, cogió un pedazo de una de las esquinas, lo rompió y lo estiró, haciendo que la miel pareciera telaraña.
Bill: spider man, spider man – cantaba mientras masticaba – ohhhhh, leka leka lekaaa, está riquísimo.
Entonces, por curiosidad, decidí preguntar…
Yo: Bill, ¿Y luego a dónde irás?
Bill: al hotel.
Yo: ¿vendrán por ti?
Bill: no, iré sólo – sigue comiendo.
Yo: bueno… no te vayas a perder, estás lejos.
Bill: ¿De verdad? – deja de masticar.
Yo: sí, pero con sólo decirle al taxista a dónde vas será suficiente.
Bill: sí – sigue comiendo.
Bill comió un poco más y luego se empalagó.
Bill: suficiente… - cerrando la caja del turrón y guardándolo en la bolsa que estaba a su lado.
Le di una de mis servilletas para que se limpiara los dedos.
Bill: gracias – se limpia – uy… - saca el refresco - ¿Qué es esto? – lo abre y huele – qué rico, es refresco de... no coca-cola…  ¿quieres?
Yo: un poco…
Bill me da el vaso y yo bebí, luego él.
Yo: ¿cuál es tu bebida favorita?
Bill: aún no recuerdo el nombre, pero es un poco amarilla, tiene puntitos negros… “ma-ma-…”
Yo: “¿maracuyá?”
Bill: sí, de eso, lo tomé en el restaurante donde dejaste tus libretas.
Yo: oooh – recordando.
Cuando mi celular empieza a vibrar en mi bolso. Lo saqué y contesté la llamada.
Era la loca de Gigi.
Yo: siiiii.
Gigi: ¿dónde diablos estás?!
Yo: en el parqueee, ¿dónde estás tú?
Gigi Este… este…
Yo: ¿dónde? – insistente.
Gigi: Karla y yo estamos viendo ropa.
Yo: ah, genial, las dejaron entrar con uniforme…
Gigi: siiii… ¿está Bill por ahí?
Yo: sí – miré a Bill - oye! ¿Y qué fue del: “estaremos cerca”?! – la imité burlesca.
Gigi: aaaish, es que Karla dijo que te diéramos privacidad.
Karla (se oye al otro lado de la línea): mentira!!! Mentira!! Ella fue la que me convenció!!
Yo (riéndo): okay, okay, ¿vienen por mi o yo voy con ustedes?
Gigi: ven tuu, que cierta taradita me ha hecho caminar como burro.
Karla: eey, no te pases!
Yo: yaaa, nos vemos luego, bye.
Gigi: byee.

Guardé el celular y miré al pelinegro, quien observaba la fuente a unos metros.
Yo: ¿quieres pedir un deseo?
Bill: tal vez después, ahora sólo traigo billetes y no monedas.
Yo: si lanzas un billete tal vez tu deseo se haga realidad en menos tiempo – reí.
Bill: no sé… - ríe – espero venir en otra oportunidad.
Yo: siii – bostecé.
Bill: ¿Qué sucede?
Yo: no he dormido mucho.
Bill: ¿luego de ir donde tus amigas, qué vas a hacer?
Yo: supongo que dormir… e ir a estudiar.
Bill: aah, estudiabas en las tardes… ¿todos los días? ¿no es cansado?
Yo: sólo lunes-miércoles y viernes, no es cansado cuando es un día sí y el otro no.
Bill (Sonríe): claro…
Yo: ¿irás ya a tu hotel?
Bill mira su reloj de pulsera, era la una de la tarde en punto.
Bill: sí, tenemos ensayo en unas horas…
Me levanté de la banqueta, Bill hizo lo mismo. Caminamos al borde de la vereda del parque y estiré el brazo para tomar un taxi, aunque no quería que él se fuera.
Bill: gracias… - entra, arreglando su abrigo y cogiendo su bolsa.
Indiqué el nombre del hotel al conductor…
Yo: le pagaré por adelantado… - pagué con unas monedas, recordando que Bill no tenia cambio.
Bill: (tu nombre)… - me llama.
Volteé y lo miré.
Bill: gracias… - dedicándome una hermosa y sincera sonrisa, con esos labios y ojos miel tan ricos como un turrón de los que él se comía.
Yo: de nada – me alejé del taxi.
Y Bill se despidió de mi, mirándome a través del vidrio transparente del taxi.
Ufff! El taxi se fue y yo caminaba hacia el centro de compras de la ciudad.
Marqué el número de Gigi y esperé a que contestara.
Gigi: (tu nombreeee), ¿a qué hora vendrás?
Yo: si supiera en qué tienda estás ya estaría ahí.
Gigi (riéndose): en la boutique de Mariza Suazo.
Yo: Whaat?! ¿y qué hacen ustedes en una boutique de novias?!
Gigi: es que queríamos ver los vestidos y todo – suspirando – yaaa, ven rápido o Karla me obligará a ir a la tienda de bebés.
Sabía que eso era obra de Karla Saenz! A ella le gusta soñar mucho, y cada que puede ve tiendas de novias, o cosas para el hogar, o tiendas de bebés, etc… Y todo empezó en cierta clase de PFRH, cuando la profesora nos mandó un trabajo de tipo folleto donde ilustráramos y escribiéramos como nos veíamos en unos años. Y al parecer a mi amiga, le gustó hacer el trabajo, ya que hasta ahora se ilustra mentalmente como una madre de familia, empresaria exitosa y con un esposo tipo William Levy a su lado. 


En el fondo también me gusta imaginar cómo sería mi futuro, pero no me veo más que como una profesional en una casa hermosa. Lo del esposo y los hijos aun no los imagino… o tal vez sí:


En la boutique…
Gigi y Karla me pidieron que les contara lo que pasó. Y fui lo menos detallista posible, y ¿por qué? Porque no quería contar TODO y luego ilusionarme… no con Bill, sabiendo que él es alguien tan importante y popular, era preferible mantener todo como “algo que sucede”.
Karla: ay, qué lindo – suspira – espero que vuelvan a salir.
Miré con ganas de querer matarla.
Gigi: Ay, (tu nombre), quién te entiende… ¿no que te morías por Bill?
No respondí.
Karla: ¿A caso ya no te gusta?
Esas preguntas…
Yo: si me gustara o no, no importa…
Gigi: ¡¡¿QUÉ?!!
Yo: no importa, porque… piénsenlo, él… Bill Kaulitz, siendo famoso, teniendo tantas modelos, actrices, chicas guapas a su alrededor, sería casi un MILAGRO que se fijara en mi.
Karla: ¡Aiiish! Hija! Gigi, dime, “(TU NOMBRE) ES O SE HACE??!”
Yo: ¿hacerme qué?
Gigi: Ay (tu nombre)! Para algunas cosas eres “mosca” y para otras eres leeeenta!
Karla: Sí, haber, (tu nombre), te lo diré sin líos, ok, sin anestesia… A BILL LE GUSTAS TU!!! TE QUIERE!! LE AGRADAS!! LE CAES BIEEEN! En pocas palabras SE LE CAE LA BABA POR TI!
Karla fue tan directa que me tomé un par de segundos para asimilarlo y parpadear lentamente.
Gigi: Ay, Dios! – mirándome - ¿quieres que te lo explique con alguna fórmula?
Yo: no, no… - digo pensando – chicas, ya… no quiero seguir con esto.
Karla: “¿Esto?” pero… aarrgh! (tu nombre), en serio, ¿eres masoquista o qué?
Gigi: si te gusta el chico entonces ve por él! Olvida que es “Bill Kaulitz” y sólo míralo como “Bill el ser humano”.
Yo: Okaay!!! – dije cansada – hago eso, cuando converso con él lo hago como si fuera “Bill el ser humano”.
Gigi: entonces permítete aceptar que estás enamorada de él.
Eso me daba miedo… estar enamorada significaba no pensar correctamente.
Karla: aunque no lo quieras decir en voz alta, dentro de ti sabes PERFECTAMENTE que AMAS a ese rarito flacucho con piernas de palo llamado Bill Kauliz.
Yo: sshhhh – callándolas – es KauliTz con “t” antes de la “z”.
Karla: KAULITZ! Te gusta! Le gustas!!
Yo: shhh…
Karla: nada que “sshhh”!!
Giré los ojos… Karla… Karla! Te mataré! Tenía razón. Aunque no lo diga en voz alta, dentro de mi estaba segurísima de algo: estaba enamorada de Bill Kaulitz.
Karla: bueno, saben qué, esta conversación me dio hambre, vamos a almorzar a mi casa ¿Quieren?
Gigi & yo: yaaa!!

Los chicos de Tokio Hotel se dedicaban a lo suyo. Gustav, a ponerle el ritmo a la banda y cierta seriedad a las cosas. Georg, a molestar a los demás y ser amigo fiel e incondicional como siempre lo era. Tom, siendo el hermano coqueto gracioso y sube los ánimos. Bill, el cantante de buen carisma y cierto mal humor… En realidad, los cuatro tenían su carácter, pero sabían llevarse bien entre ellos, era una buena mezcla.


 

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