Mamá me esperaba como siempre, con el almuerzo listo.
Yo (dejando la mochila a un lado de la silla): hola, ma’… -
empiezo a comer rápidamente.
Mamá: hola – sonríe – tienes hambre, eh.
Yo: sí…
En tres minutos terminé de comer mi porción.
Mamá: ¿quieres más?
Yo: nooo, gracias – cogí la mochila – estoy llena.
Mamá no me dijo nada, no tuvo oportunidad ya que entré a mi
habitación lo más pronto posible. Me cambié de ropa, cogí una libreta,
cartuchera, celular…
Yo: ¿Tengo mis gafas puestas? – me toqué la cara – sí, sí.
Estaba nerviosa.
Yo: okay, (tu nombre), relájate, o todo te irá mal.
Sí, me amenazaba yo misma.
Salí de mi habitación y mamá aun seguía almorzando en la
cocina.
Yo (abriendo la nevera y sacando una botella de agua): iré a
la biblioteca, nos vemos más tarde.
Mamá: ¡¿más tarde?! – cara seria - ¿A qué hora vas a llegar?
Yo: a las 7 u 8…
Mamá: ¿y no vas a cenar?
Yo: voy a cenar cuando re… gre… se… - me quedé sin voz.
En mi cabeza tenía un recuerdo: Hoy cenaré con Tom en el
hotel!!
Mierda… mierda… mierda.
Yo: cenaré con unas amigas al salir.
Mamá: bueno, entonces mañana ya no cocino y te calientas lo
que hay de hoy ¿si?
Yo: okay.
Fui a la puerta, pero decidí ir a darme un baño, porque
luego iría directo al hotel… si, no quería ser “falla” (incumplida) con Tom,
además de que yo misma estuve esperando esta cena desde antes de conocerlo en
persona.
Me bañé rápido, con agua helada, creo me gusta a esa
temperatura. Salí, me puse algo bonito, un poquito de arreglo, cogí mis cosas.
Con la toalla envuelta en la cabeza corrí a la salida de la casa y me la quité
antes de irme, la dejé encima de un mueble.
Fui a tomar un transporte mientras investigaba algo del
libro en el celular… Ok, era un libro de ciento y tantas páginas, y tenía (miré
el reloj) 19 horas antes de que empezara la clase de Literatura (descontando
una hora de la cena y contando las horas de la madrugada).
Bajé del transporte y corrí a la biblioteca, cuando entré
saludé a Mary y ella me dijo que no corriera.
Yo: ok… ok…
Le pregunté dónde podría estar el susodicho libro, ella me
preguntó el autor… le dije.
Mary: justo aquí lo tengo… - me da un libro que estaba
encima de su mesa – toma.
Yo: muchas gracias… - agarrándolo.
Fui a mi esquina favorita de la biblioteca, me senté en el
mueble inflable y empecé a leer…
Leyendo, bebiendo agua y anotando datos fijos de la obra en
mi agenda; pasó el tiempo, las horas mejor dicho. Y yo casi no me había dado
cuenta de ello.
Sólo me faltaban treinta páginas para terminar de leer el
libro completo, estaba feliz. Y como era una historia interesante, tuve ganas
de seguir leyendo, pero miré la hora en el celular…
Yo: shiiit, siete en punto!
Cogí mis cosas y el libro, le dije a Mary que me lo llevaría.
Ella, con mucha paciencia, sacó un cuaderno y apuntó el nombre del libro y un
número al lado de mi nombre en una lista. Revisó el libro y me dijo “listo”.
Yo: gracias…
Podía sacar libros normalmente, ya que siempre iba a leer.
Caminé una par de esquinas, y como estaba con el tiempo en
los talones. Llegaría a tiempo… sí, estoy segura, además le dije a Tom que la
cena sería a las 7 y media.
Minutos después llegué al hotel.
Miré el reloj del celular: 7 y 27.
Uff.
A pasos tranquilos y vagos entré al hotel, miré las paredes
y me dediqué a observar el ambiente. Todo era muy elegante y bonito, cielos,
seguramente los Tokio Hotel están acostumbrados a este tipo de lugares.
Recordando dónde era el restaurant, fui a él, y a unos
metros pude ver que en la entrada, Tom estaba sacando su celular y parecía
estar marcando un número... se colocó el teléfono en la oreja y levantó la
mirada, cuando me vio sonrió y guardó el celular.
Tom: hola – caminando hacia mí.
Nos saludamos con un abrazo amistoso.
Yo: hola.
Tom: llegas puntual.
Si supiera…
Yo: jejeje trato de llegar a tiempo.
Tom: ¿Tratas?
Yo: casi siempre llego tarde, pero estoy trabajando en eso.
Caminamos muy juntos (porque Tom tenía un brazo sobre mis
hombros), no me incomodó.
En el restaurant, nos sentamos en una mesa libre, esta vez
sí había comensales alrededor. Tom fue amable y corrió la silla para que yo me
sentara.
Yo: gracias.
Tom (sentándose frente a mi): de nada.
Un mozo se nos acercó.
Mozo: para cenar, hoy martes tenemos un especial de pastas…
- nos da una cartilla con varios platos.
Los miré.
Tom: lo primero para mí – entrega la cartilla mientras el
mozo apunta.
Yo: los canelones ¿son con salsa blanca?
Mozo: sí.
Yo: entonces quiero de lo tercero, los espaguetis.
Mozo (apuntando): ¿Desean algo para beber?
Tom: vino tinto…
Lo miré.
Tom: ¿qué sucede?
Yo: es que yo no bebo alcohol.
Y me hubiera gustado beber vino, porque sabe rico con la
pasta, pero esta noche debía leer un libro y estudiar.
Tom: oh, entonces… ¿qué hay sin alcohol?
El mozo me entregó una cartilla de bebidas sin alcohol.
Yo: ¿alguna recomendación?
Mozo: la bebida de piña – indicándome cual – caería muy
bien, bueno, algunos lo prefieren así.
Yo: que sea esa, gracias.
El mozo terminó de apuntar y se retiró.
Tom: me olvidé que eres menor de edad.
Yo: no es eso… sino que hoy tengo que estudiar y, como que
no confío en el alcohol.
Tom: ooh, está bien, ¿tienes muchas cosas que hacer?
Yo: terminar de leer un libro.
Tom mira la silla donde puse mis cosas.
Tom: veamos – lo coge – lo he leído.
Yo: ¿así? – me alegré - ¿Y de qué trata?
Tom empezó a narrarme algo muy sintetizado de la historia,
no se acordaba uno que otro nombre pero al menos sabía de qué se trataba.
Yo: oooh, perfecto.
Tom: ¿Te ayudo con la tarea?
Yo: ya, aunque sólo me restan 30 páginas para terminar de
leerlo.
Tom: wao, eso es bastante.
Yo: ¿Te gusta leer?
Tom: cuando tengo tiempo, luego es difícil que pueda
hacerlo.
Yo: la vida artística debe ser ocupada.
Tom: Y no sólo la del artista, la tuya también es ocupada y
eres estudiante – sonríe.
Yo: sí, tienes razón.
Tom: es cuestión de entregarse al máximo, sólo eso.
Yo: ¿y te entregas al máximo?
Tom: sí, es por eso que no tengo novia.
Reí de la expresión que hizo Tom, también él lo hizo.
Tom: la chica tendría que entenderme, para que pueda seguir
una relación con ella.
Yo: ¿y crees en el amor a distancia?
Tom: siendo sincero, la verdad que sí.
Yo: wao, Tom Kaulitz revela sus secretos – susurré.
Tom (susurra también): Exacto, es TOP SECRET, no lo
divulgues.
Yo: no lo haré.
Dejamos de susurrar y continuamos conversando sobre nuestros
días y cómo nos había ido desde que nos vimos la última vez. Fue entretenido e
interesante, no sólo una conversación de tipo “bromas y cosas tontas” sino
también hablando en serio… Tom era interesante, me gustaba hablar con él. Debe
ser porque es mayor que yo y siento que aprendo unas que otras cosas.
Mientras Tom hablaba,
yo me daba cuenta que lo que veía en internet o leía en revistas era sólo eso
“letras”, y recién me daba cuenta de cómo era el verdadero Tom Kaulitz. Pues
con las cosas que leía en webs, lo primero que me imaginaba al leer el nombre
de Tom Kaulitz era un tipo con ropa de rapero diciendo “hola nena sexy, soy Tom
sex god Kaulitz” y una imagen de un tipo
superficial y sin sentido, en las que me imaginaba que si posiblemente salía
con él, solo hablaríamos del físico, coquetearíamos el resto de la cita
mandándonos mensajes en doble sentido todo el tiempo… y me equivoqué.
Cuando llegó la comida, disfrutamos del delicioso platillo y
seguimos conversando. En ciertos momentos, coqueteando un poco.
Tom era un chico-joven-hombre interesante, no era “hueco” o
“nerd”, tenía estilo y buen humor, y fue respetuoso conmigo. No es que yo sea
una de esas “chicas enamoradas del caballero real súper leído”, pero ¡a qué
mujer no le gusta los chicos amables!
Terminamos de comer y brindamos con la bebida de piña.
Tom: por una larga amistad.
Yo: por un nuevo amigo.
Tom: salud… espera, no vayas a parpadear sino hay años de
mala suerte.
Yo: está bien.
Chocamos vasos y bebimos sin parpadear.
Me pareció chistoso, no había oído antes esa versión.
Yo: ¿no era que si parpadeabas tendrías 7 años de mal sexo?
Tom: y eso es mala suerte.
Yo: sí, bueno – me sonrojé.
Considerando que aun soy virgen, no podía saber cuando había
o no había suerte en el sexo.
Tom: me gustó cenar contigo.
Yo: gracias, a mí también me gustó.
Tom (inclinándose hacia mi): ¿crees que haya posibilidad de
salir juntos?
OH MY GOD… “Yo, (tu nombre y apellidos), doy todas mis
pertenencias a mi madre, y el jean azul rasgado del fondo del armario a mi mejor
amiga Gigi Palacios…” basta!
Yo: sí, seguro.
Tom: bien – se sienta normal – sabes, esta noche ha
resultado mejor de lo que pensé.
Tom, te doy la razón, eres más entretenido de lo que
imaginé.
Yo: ¿así? ¿por qué?
Tom sonrió y parecía estar respondiendo mentalmente la
pregunta.
Tom: por nada… ¿nos vamos?
Yo: sí…
Cargaron la cuenta a la habitación de Tom, y con mis cosas
en mano, fuimos caminando hacia la piscina del hotel. Era un lugar abierto,
pero el clima de invierno estaba bueno, no hacía frío, sólo una brisa fresca
adornaba el ambiente.
Tom: hay algo que no te he preguntado.
Yo: dime.
Tom: ¿tienes novio?
Si tuviera, entonces no habría aceptado salir en un futuro
con él, y se lo dije.
Tom sonríe y mira al piso, ¿en qué estará pensando? Bueno,
dejaré que tenga intimidad consigo mismo.
Disimuladamente miré la hora en mi celular, eran las 8 y
cuarenta y cinco de la noche… cielos y yo sentí que había pasado un corto
tiempo con Tom, un tiempo muy pequeñito… y ya debía irme.
Yo: Tom, tengo que irme o mi madre me colgará.
Tom: ¿quieres que te lleve a casa?
Dudé un momento, pues le dije a mamá que iría a cenar con
unas “amigas”.
Yo: puedo irme sola – sonreí – de todas formas, gracias.
Tom: ¿por?
Yo: por todo – me encogí por el frío.
Tom: ¿te irás sola a estas horas? ¿no es peligroso?
En realidad sí.
Tom: vamos – dice autoritario, cogiéndome de la mano – no
podré acompañarte, pero le diré al chofer que te lleve a casa.
Reí.
Fuimos a la salida trasera del hotel, al estacionamiento
específicamente.
Tom: Joe, lleva a la señorita a su casa, ella te indicará la
dirección – me mira - ¿verdad?
Yo: sí.
El chofer abrió la puerta de los asientos traseros y me
indicó que subiera.
Tom: espera… - me entrega mis cosas – dijiste que podía
ayudarte en tu tarea.
Cierto, pero ya me había ayudado bastante aclarándome
algunas dudas.
Yo: tal vez para otro día.
Tom: sí, adiós…
Tom se acercó y me dio un beso en la frente.
Tom: cuídate mucho y abrígate – cerrando la puerta.
Yo: tú también.
El auto se alejaba mientras Tom se quedaba viendo como me
iba.
¿Qué era lo que me sucedía en ese momento? Me sentí extraña.
Ay Dios, no, no puede ser… no puedo… no, no, ¿a mi? ¿a mi puede gustarme Tom?
claro que sí, pero, no puedo… no puedo seguir con esto, yo… debo concentrarme
en mis estudios, y… ¿por qué no puedo dejar de pensar en sus hermosos ojos
cafés? Me encantó pasar tiempo con él y ahora que me iba sentía que dejaba algo
importante… Revisé mis cosas, pero no había olvidado nada, tenía todo… tuve la
sensación de querer quedarme más tiempo, pero eso no era posible.
Le indiqué al chofer la dirección y él en el GPS logró
encontrar la dirección.
Llegamos en unos minutos
a casa. Jhosep se bajó del auto y me abrió la puerta.
Yo: gracias, Jhosep.
Joseph: no hay de qué señorita, que tenga buena noche.
Yo: igual usted.
Caminé hacia la entrada de la casa y con mi llave abrí
silenciosamente la puerta, y por una ranura miré hacia adentro.
Mamá estaba sentada en uno de los muebles, ella leía una
revista y parecía estar de buen humor, abrí más la puerta y me di cuenta que
estaba acompañada de dos mujeres, una de ellas era Florencia (la señora que tiene
una hija Tokita) a la otra no la conocía.
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