Unas horas después…
Ya había amanecido, los niños se alistaban para ir a la
escuela, los padres para ir a sus trabajos y otras personas ya estaban en sus centros
de labor.
En el hospital de la ciudad, los doctores habían tenido una
noche pesada, accidentes nocturnos, un par de ataques al corazón y un choque
entre un bus y un auto, no hicieron una noche fácil.
“Buenos días, Martha… ¿cómo está el paciente de la cama
10?...okay, aumentaremos la dosis, que sea un gramo las próximas 24 horas…”
Oía una voz grave, era un hombre…¿quién?
Tuve los ojos cansados y no me esforcé por abrirlos.
“veamos a la señorita…” dijo esto y oí que corría una
cortina.
A penas abrí las pestañas.
Estaba en una cama caliente, las sábanas eran blancas y
frente a mi había una mujer de aproximadamente 40 años acompañada de un hombre
de bata blanca que también rodeaba esa edad.
Dr. (mirándome): buenos días - lucía tranquilo y de buen
humor.
Traté de responder, pero apenas salió un alarido de voz.
Dr.: no te esfuerces, tranquila… soy el Dr. Patrick Olivera,
estás en el hospital Santa María, calle Villa Nueva... ¿lo conoces? No te
preocupes, sólo mueve la cabeza para responder.
Asentí, sabía donde quedaba.
Dr.: Un hombre, un taxista te trajo hasta aquí hoy en la
madrugada, aproximadamente a las 3 y media; ¿recuerdas algo de lo que te
sucedió?
Al recordar, sentí que mis ojos ardían y me dolía parte de
la nariz, empecé a llorar.
La mirada del doctor cambió, pude ver su preocupación y pena
por mí.
Dr.: ya no hay peligro, no llores… aquí estarás bien.
Mirándolo, pude saber que me decía la verdad. Él le hizo un
gesto a la enfermera y ella trajo mis gafas. Me las colocó y después puso a mi
lado el peluche que Bill me dio.
Dr.: mira, tu perrito de acompaña – sonríe - no lo soltaste
durante varias horas... okay… - observa el historial que tiene en sus manos –
necesito que me digas cómo te llamas.
Con la voz muy bajita le dije mi nombre y apellidos.
Dr.: ¿tienes seguro?
Asentí, mamá era beneficiaria de él.
Dr.: eso será suficiente, llamaremos a tus padres…
Yo: no… - grité para que pudieran oírme.
El Dr. Olivera me miró atento, luego a la enfermera y sentí
un ambiente de preocupación.
Dr. Olivera (mirándome): ¿qué te sucedió?
No quise responder, porque mis lágrimas me lo impedían.
Bajé la mirada.
Yo: no los llamen, por favor.
Dr. Olivera: (tu nombre) necesitamos que nos digas qué te
sucedió… ¿hubieron problemas en casa?
Levanté la vista.
Yo: sí… por favor, no llamen a mi casa…
O no llamen a papá, a él no.
Enfermera: Doctor, la asistenta social llegará en una hora.
Dr. Olivera: okay, llama a los padres de la señorita.
Yo: no, por favor… - rogué – no llamen a mi casa, por favor,
no lo hagan.
El Dr. Olivera curvó una ceja y me miró pensativo.
Dr. Olivera: llama a la casa… - dice autoritario – ve.
La enfermera se va y él se acerca a mí, jala una silla,
sentándose en ella, sigue mirándome y parece querer preguntar muchas cosas.
Evado su mirada.
Dr. Olivera: ¿quién te hizo esto?... ¿tu mamá? ¿o fue tu
papá?
Tenía miedo que papá viniera y me golpeara, que golpeara a
todo el mundo… nadie pudo ayudarme antes, nadie pudo defenderme, ¿este doctor
podría? Si le digo lo que sucedió sé que mi padre me golpeará.
Miré al doctor, me esforcé por mantenerle la mirada.
Yo: mi padre…
No pude continuar, la voz se me quebró. El doctor lucía
indignado y negando con la cabeza preguntó por mamá.
Yo: ella está de viaje, regresará en un día.
Dr.: sabes que no me refiero a eso, ¿tu madre sabe que tu
padre te golpea? El estado en el que te encuentras y mi experiencia como
doctor, me dicen que esta no es la primera vez que hace esto contigo.
Tenía razón.
Yo: sí lo sabe...
El hombre de bata blanca se vio muy enojado, levantó la
cabeza mirando al techo y se cubrió la cara con las manos, parecía estar muy
afectado.
Dr. (bajando la cabeza, se quita las manos de la cara): ¿qué
edad tienes?
Yo: quince…
Dr.: ¿Y desde cuándo ese hombre te golpea?
Al recordar aquellos tiempos empecé a llorar desconsoladamente,
lloré como si fuera el último día de mi vida y me dijeran que podía llorar
libre y sin culpas, sin importar quienes estuvieran alrededor o qué sería
después de haberlo hecho.
La enfermera me pedía que me calmara, que todo estaría bien
y que ya nadie me haría daño.
Yo: por favor, no lo llamen, no llamen a mi casa, papá
vendrá y si se entera que les he dicho algo, no sé que podría pasar.
Pero era tarde, la enfermera había llamado a papá, aunque él
aún no había llegado al hospital.
Dr. Olivera: cuando llegue el padre me avisa, enfermera.
Enfermera: Sí, doctor.
Dr. Olivera (Se acerca a mi): (tu nombre), ya no hay peligro – sonríe
cálidamente.
Él se fue y la enfermera se quedó en el lugar cuidándome a
mí y a los demás pacientes.
Estando ahí me preguntaba qué sucedería después, ¿cuándo
podría volver al colegio? No podía perder clases, éste último año es decisivo…
¿qué será de Karla y Gigi? Espero que hayan hecho la tarea de Geometría o
tendrán que quedarse hasta tarde, vaya amigas… ¿sabrán lo que me pasó? ¿llegarán
a enterarse? Espero que no, no quisiera preocupar…
“Oigan! Esperen, ¡no pueden pasar! No, no!... aaahhhh ME
MORDIOOO”.
La enfermera se levantó de la silla donde se encontraba y
miró a la puerta, en seguida, en un golpe seco, ésta se abrió y, asustada, volteé
a ver qué sucedía.
Karla: ¡¡¡(tu nombre)!!!! – se cae al piso, con Gigi encima
de ella.
Al verlas mi corazón latía muy fuerte, de emoción… de
alegría, estaba muy feliz que ellas hayan llegado, aunque cayéndose, pero
llegaron y…
¡¿CÓMO LLEGARON HASTA AQUÍ?!
La enfermera se acercó a ayudar a mis amigas y al momento llegaron
dos técnicos a sacarlas de la habitación.
Gigi: no señor, ¡quítenme las manos de encima! Soy cinta
negra en karate y no dudaré en golpearlos… - dedica una mirada retadora a los
enfermeros.
Técnico (diciéndole al otro): ay, mejor atrápala tú… no, que
yo no… no… no, mejor tú…
Yo: ¡chicaas! – sonreí, estirando mis adoloridos brazos.
Karla & Gigi: ¡(tu nombre)! – van a donde me encontraba
y me abrazan.
Karla: ¡¡(tu nombre)!! ¿estás bien? ¿Qué te pasó? ¿cómo…?
¿quién te hizo esto? – desesperada – dime quién te hizo esto, que ahorita mismo
voy y le rompo el cu… a patadas.
Yo: Karla – sonriente, su forma de preocuparse me causaba un
poquito de gracia – ya estoy mejor… más bien ¿Cómo llegaron hasta aquí? ¿cómo
se enteraron que estoy aquí?
Gigi: es que mi tío te conoce, él es enfermero aquí, hoy le tocó hacer guardia y en la mañana me
llamó preguntándome por ti… y bueno, así me enteré… y nos escapamos del colegio por venir a
visitarte– sonríe –así que agradécelo, eh!
Yo: gracias, chicas, las amo…
Enfermera: shhhh – nos calla – bajen la voz, que no es
horario de visita… - se asoma fuera de la habitación – pueden quedarse aquí un
rato más, pero luego se van eh, no está permitido la entrada de menores de
edad, y menos sin autorización.
Gigi: sí señora – sonríe – no se preocupe.
Enfermera: iré a dejar unos papeles – nos dice – si alguien
viene, no duden en esconderse y no hagan tanta bulla.
Karla & Gigi: entendido.
La enfermera salió y nos dejó (Bueno, también con los demás
pacientes dormidos) en la habitación.
Gigi: Ay, (t/n)… - suspira – tu papá te hizo esto ¿Verdad?
Asentí, girando los ojos con molestia.
Karla: algo me decía que ese desgraciado tenía que ver en
esto – se cruza de brazos – no entiendo porque hasta ahora no lo han
denunciado.
Alcé los hombros y me sentí apenada.
Gigi (pegándole en el brazo a Karla): no la pongas más
triste pew! – me mira – Ale, estamos aquí y no permitiremos que nada te pase.
Karla: así es, una para todas y todas para una :D
Reí.
Gigi: Ay qué aburrido este lugar – coge mi celular – ¿puedo
jugar pacman?
Asentí.
Gigi: uuy, deberían traer una tele… ay, sí hay – se acerca
al televisor en alto y lo enciende, poniéndose de puntitas – uuuy, cable! Que
bien…! Veamos…
Gigi puso un canal donde una forense hacía análisis y armaba
un crimen, como niña obediente se sienta a ver el programa.
Karla (mirando alrededor): Espero que no te quedes aquí por
mucho tiempo, este lugar no me gusta.
Yo: yo igual.
Karla: pero no te ves tan mal – sonríe – uuhmm – mirando el
perrito de peluche - ¿alguien ya vino a visitarte? – lo coge.
Negué con una sonrisita en los labios.
Karla: ¿entonces? – ríe – por algo tienes esa cara de
pícara, cuentameeeee… ¿Quién te lo dio?
Alcé los hombros en forma de decir: “no sé”. Y luego reí.
Karla: no me digas que fue… fue… Ighhh Ighhh… - parecía que
se le acababa el aire, qué dramática – ¡¿Bill te trajo esto?!
Yo: nooo! Bill me lo dio ayer.
Karla (ahogando un grito): Giigiii!! Ven para acá!
Gigi se levantó del piso y se sentó en la cama vacía de al
lado.
Gigi: ¿Qué? – interesada.
Karla: Adivina qué chico de piernas de palo le dio ESTE
LINDO PELUCHITO a la señorita en cuestión.
Gigi: ¿Jack Skeleton?
Karla: ¬¬ no… ¡Bill Skeletoon!
Gigi: D: - bailando -♫ esto es halloween esto es halloween
♫
Soltamos nuestras delicadas carcajadas que se escuchan una
cuadra, y yo me atoraba porque me ardía la garganta.
Gigi: ¡cuéntanos todo y exagera!
Yo: me lo obsequió ayer, después de salir del instituto.
Karla: ¿Y qué más? – ansiosa por saber.
Yo: presiona la patita…
Karla presionó la patita del peluche y oímos la voz de Bill.
Karla: ya ven! Ya ven! Yo lo dije, yo lo sabía, Bill está
enamorado de ti.
Hice cara de extrañeza.
Karla: yaya, cambia esa cara qué tu sabes bien a lo que me
refiero.
Ok, ya no podía negarlo más ¬¬.l.
Gigi: ¡Qué lindo! – sonriendo ilusionada - el amor, el amor…
Karla: espero que todo pase y seas feliz con tu príncipe
azul…
Yo: no necesito a un príncipe para ser feliz – las miro
seriamente - tengo a dos mosqueteras a mi lado y eso es más que suficiente!
Ellas: Awwww!
Me abrazaron.
Luego del abrazo de grupo, Karla y Gigi y se echaron en la
cama vacía de al lado y vimos el programa de la forense por un canal
extranjero.
En el Hotel Paradise…
“Ahh, qué cansancio… debo ir a avisarle a Natalie que
cambiemos de maquillaje para la alfombra Wednesday, también necesitaré otra
lata de laca para el cabello… Uy, Tom se olvido de llamar a mamá, seguro ella
nos llamará en un par de horas… aahhhh – bostezando – cinco minutitos más, sólo
eso… <<Brr… brr… brr…>> Tmre, algo me vibra… ¿Qué c@r@j0$ está
vibrando?”.
Bill estiró el brazo y cogió su celular. Medio dormido, miró
la pantalla de éste, tenía un mensaje de un número desconocido. Presionó “leer”
y…
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