Los días pasaron, cada quién en sus asuntos y temas
personales.
En el colegio las cosas iban bien, trataba de estudiar y
ahora se me hacía más fácil concentrarme en los estudios, sin el tema de Bill
en la cabeza podía estudiar mejor… y sin Bill porque ya había pasado una semana
y no sabía nada de él. Tom llamó un par de veces más después de haber cenado,
pero no acordamos nada de vernos o salir, sólo conversábamos. Indudablemente ya se
habían ido de la ciudad y sólo volverían para dar la presentación para
Wednesday, presentación que se realizaría en dos semanas.
Y gracias al cielo ya no me acordaba tanto de los Kaulitz. Tenía la cabeza despejada para
nuevas cosas, incluso tuve tiempo de matricularme en clases de natación de
siete a ocho de la noche los días que no voy a la academia y el fin de semana.
Estaba ocupada, ¿qué mejor que eso para centrarme en mi vida misma?
Mamá tenía trabajo que hacer por estas fechas, estaba
preocupada por la recepción, los bocaditos, los invitados, los lugares y por
muchas cosas más. Cuando podía le ofrecía mi ayuda, pero ella decía poder sola.
¡y luego se quejaba porque se cansaba mucho! Quién la entiende.
Sin más, llegó el 29, día LUNES.
Mamá había salido de viaje muy temprano por la mañana y
regresaría el miércoles al amanecer. Parece que hubo un problema con unos
vestidos y ella tuvo que hacerse cargo de ir a revisarlos.
Como buena hija que soy, limpié mi habitación y el resto de
la casa antes de irme al colegio, no fue una idea tan precisa, ya que llegué
con sueño.
Karla: ¿no te da miedo quedarte sola?
Yo: para nada, es más, hasta siento paz en la casa – comenté
con los ojos cerrados, estirada encima de la carpeta.
Gigi: (tu nombre), un poco más y vas a babear.
Yo: si lo hago me despiertan ¿ok? – cruzando mis brazos y
poniendo mi cara encima de ellos.
Karla: ok… nada más no vayas a hablar dormida.
Empezamos a reír. Y como la profesora de las últimas horas
no fue, aproveché en dormir un poco. A la hora de salida, mis amigas me
despertaron. Luego nos despedimos y cada una fue a su casa.
En casa no había nada qué comer… sí habían alimentos para
preparar, pero me daba flojera hacerlo.
Bueno, cogí un poco de cereales y yogurt… los comí y al
terminar el sueño volvió a llegar.
Me recosté un rato en el mueble de la sala…
Unas horas después, desperté y me alisté para ir al
instituto de preparación pre universitaria. Con un bolso en el hombro y una
botella de agua en mano, salí corriendo hacia el instituto.
Llegué unos minutos tarde, mientras ponía en silencioso mi
celular. El profesor fue tolerante y me dejó entrar, ya que normalmente llegaba
a tiempo.
Sebastian fue amable en ponerme al tanto en la clase.
Pasaaaaron las horas, ese día estaba más aburrido que de
costumbre, típico inicio de semana…
Yo: bye, Sebastian… - le di un abrazo.
Sebastian: bye, nos vemos el miércoles… - entrando a su
camioneta y yo me alejaba del lugar.
Sebastian tenía la suerte de tener un chofer personal, tenía
la suerte de tener algo en qué irse… cielos, tendré que reparar aunque sea mi
bicicleta. Tal vez llame a madre para decirle que cogeré dinero para llevar mi
bici al mecánico… no estaba tan mal, sólo estaba un poco oxidada, pero creo que
eso se puede arreglar con un poco de aceite y esas cosas que echan los
mecánicos a los fierros cuando están… “¡¡Ey, espera!!”.
Alguien gritó… bueno, seguro algún despistado que…
“(tu nombreeee)…” oí que dijeron mi nombre.
Volteé y...
OH MY GOD!
¡A qué no adivinan qué chico de piernas largas y peca debajo
del labio estaba parado detrás de mi! parado a unos metros de mi, deteniendo el
paso mientras una señora lo empujaba para pasar.
(imaginemos que es de noche xD) |
Yo: Bill… ¿qué haces aquí?
Como estábamos un poco incómodos, entramos a una tienda de
materiales escolares (al lado del instituto).
Bill: vine a visitarte – sonríe.
Veo que trae una bolsa de regalo con un moño rojo en la mano.
Bill: espero que… te… guste… - entregándome la bolsa.
Era un empaque grande, por lo que no imaginé qué podía tener
dentro… bueno… Miré dentro, haciendo a un lado del papel de color de encima…
Yo: aahh… - ahogando un grito de sorpresa – Bill... – lo miré
– yo…
Bill: espero que te guste …
Yo: es que… - sacando un hermoso peluche de perrito – yo… es
que… es muy bonito…
Bill: ¿Te gusta? – un poco tímido, coge la bolsa mientras yo
sigo viendo el obsequio.
Yo: No me gusta… me encanta.
Sonreí mirando al perro. Noté que había un botoncito en una
de las patitas, lo presioné y para mi sorpresa, se oía la voz de Bill cantando
“Zoom into me”.
Al reproducir su voz, Bill se puso pálido y metió una mano
en el bolsillo delantero del pantalón jean que llevaba puesto y con la otra
sostenía la bolsa de regalo.
Yo: gracias… la canción es muy hermosa… es un hermoso gesto
de tu parte… gracias… pero…
Ay! No sentí “maripositas” en el estómago, sentí todo un
zoológico! Estaba tan “emocionada”.
Yo: ¿Por qué el regalo?
Bill: porque fuiste amable conmigo, es lo menos que puedo
hacer por ti.
Curvé una ceja involuntariamente, cosa que a Bill le pareció
muy seductor. Mientras, yo pensaba en cómo salir de la situación…
Yo: ¿quieres ir a caminar?
Bill: ¿solo o contigo?
Yo (riendo): conmigo…
Nos volteamos, sin saber a dónde iríamos, pero felices, cuando…
“¡(Tu nombre)!”, un hombre me nombra con un llamado en seco, casi
gruñendo… la voz era de alguien mayor.
Tu (sospechando quién era): ay Dios, que no sea…
Volteé y vi a aquel hombre que “tanto” respeto me inspiraba
con sólo oír su voz.
Yo: papá – sonreí nerviosamente.
Las manos me temblaban. Felizmente que tenía el peluche en
las manos y no se notó tanto mis nervios.
¿Qué hacía el aquí? Se suponía que vendría a fin de m… cielos,
lo olvidé.
Papá miraba expectante a unos metros de mi acompañante y yo,
luego, con una de esas miradas que sólo él sabe dar, fulminó a Bill casi con
desprecio. Pero a Bill eso no le importaba y estaba más preocupado por mí que
por él mismo.
Bill (susurrándome): ¿quién es el señor?
No podía creer lo que diría.
Yo (susurrando desganada): mi padre.
Bill me mira sorprendido, pues en su cabeza pensaba “¡ESE
SEÑOR ES TU PADRE!”
Yo: ¿por… qué? – mirando a Bill.
Bill: inspira respeto – respira profundo - ¿quieres que
hable con él?
Yo: no… no… hablaremos otro día, por favor.
Si Bill hablaba con él, se desencadenaría una guerra entre
papá y yo. Papá… papá… papá… ay, no… justo ahora que Bill se acercaba más a mi,
tenía que llegar “papá”. Uff, sabe Dios lo que suceda después de que Bill se
vaya.
Bill: bueno… cuídate, tienes mi número… bye… - miró a papá –
buenas noches señor.
Mi padre respondió seriamente “buenas noches”.
Cielos… esto no podría ser peor…
Bill se fue un poco ansioso, pues notó mi reacción al ver a
mi padre y algo le decía: “a ese señor no le ha gustado ver a su hija conmigo”.
Doblando la esquina, estaba su camioneta, a la cual subió, pero pidió al
conductor que aun no se marchara.
En tanto, papá me miraba como esperando que le dijera algo,
luego su rostro cambió a uno serio y sin expresión… como siempre era, en todo
momento…
Papá (incómodo): ¿no estás feliz de verme?
Yo: me alegro que estés aquí – sonreí falsamente - ¿cómo
estás?
Papá (cortante): bien. ¿quién era ese sujeto?
Yo: un… compañero.
Papá: no es de aquí – era más afirmación que pregunta -
¿cómo se llama?
Yo: Bill.
Papá: bueno, vamos a la casa.
Caminamos y en la esquina de la calle, a unos metros de la
camioneta de Bill, estaba el auto de papá.
Papá (entrando por la puerta del piloto): entra ya.
Yo sabía que la camioneta de Bill era la que estaba a unos
metros y no quería alejarme de él.
Abrí la puerta del copiloto y entré al auto.
En la camioneta, el joven Kaulitz indicó a su chofer que
siguiera con discreción a aquel auto plateado, pues algo no le daba mucha
confianza.
Bill (pensando): ese señor no me inspira confianza… bah! Si
es su padre… de todas maneras quiero asegurarme de que esté bien. ¿De verdad es
su padre? No lo creo… se parecen en algo, sí, en el cabello, pero (Tu nombre)
le tiene miedo, ¿por qué? Si es su papá… no, no, aquí hay gato encerrado…
Papá y yo llegamos a casa, en todo el
camino no habíamos dicho, por lo que supuse que la hora de cenar no sería tan
agradable.
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