Al día siguiente…
Era MARTES en la mañana, desperté de lo más descansada y
cómoda, estaba feliz porque ayer en la tarde en el instituto, Sebastian me dio
ideas sobre más talleres además del que ya habíamos hablado, y hubo un taller
que me interesó mucho más que “la oratoria”: NATACIÓN. Lo conversé con mamá
antes de dormir, y después de un discurso convencedor de mi parte, ella dijo
que no había problema porque necesitaba ejercitarme, me haría bien y me dio la
razón a toda la serie de cosas que le dije, pero tenía que hablar con papá para
que me enviara el dinero… eso no había problema.
Como en mi rutina diaria, tomé desayuno, me alisté y fui al
colegio.
Las clases iban tranquilas, toda la mañana la pasé feliz
porque tocaron mis cursos favoritos, incluyendo arte, una clase en la que el
profesor nos deja conversar hasta por los codos, y Gigi aprovechó en contarme
TODITAS LAS “CALIENTITAS” de los famosos (Es decir, las últimas noticias).
Karla: estás de chismosa, no más – ríe – haber si así te
aprendes todos los elementos químicos.
Gigi: es que es más difícil – ríe – debería haber un curso
sobre música, actualidad, películas, famosos…
Gigi es una chica a la que le encanta estar enterada de
todas las cosas que ocurren en el mundo, en el país, en la ciudad, en la casa
de otros - no mentira! Jeje no tanto así – pero siempre tenía cosas de las qué
hablar. Gigi y yo no tenemos muchas cosas en común, y eso es lo que fortalece
nuestra relación de amigas, aprendemos la una de la otra, y también aprendemos
(ella y yo) a ser tolerantes. Ejemplo: a veces yo no me canso de hablar de
Tokio Hotel y ella me aguanta todas las horas que gasto hablando de ellos.
Karla: …Ohh, bravo – aplaude.
Profesor: Eeey! Alumna, por favor, no haga tanta bulla…
Karla: ya profe…- aplaude más fuerte – aplausos para usted.
El resto del salón rió.
Profesor: ya, gracias, gracias.
El profesor era de la cagada! (es una expresión en buen plan
eh, es como decir “el profesor es genial”= nos deja hacer lo que queremos).
A la hora del receso, mis amigas y yo seguimos hablado como
cotorras.
Gigi: aaay, Karla, ¿qué te has comido? Un loro eh.
Karla: sí, un loro borracho – ríe.
Gigi: aaay, hablando de eso, hay un juego en internet, se
llama “El Loro Ladrón”.
Reímos.
Gigi: siiiii, también hay otro en el que hay una mosca y
tienes que darle con el mouse.
Karla se mataba de risa al escuchar los juegos “tan
interesantes” que encontrábamos Gigi y yo.
Gigi: wuuuuu, oigan, tengo una idea – la escuchamos atentas
- ¿qué les parece si jugamos la ouija?
Ok, Ok, jejeje.
Karla es el tipo de chica a la que le gusta “malograr
chistes, fregar, chotear, joder, molestar” a los demás, con ella me llevo mejor
que con Gigi, tal vez porque también soy muy molestosa (aunque no lo parezca). Karla
y yo nos conocimos en vacaciones de verano cuando tuve que ir al colegio para
dar unos exámenes que debía… Aun la recuerdo bien, ella estaba dando
recuperación de matemáticas en un salón, sola, sin acompañamiento entonces yo
entro para buscar al profesor y éste había salido. Y como la vi tan concentrada
en su prueba empecé a reír, parecía estar exprimiéndose el cerebro. Hice un
comentario tipo “¿tan difícil está?” y ella dijo con cara de malestar “sí, no
sé las fórmulas”. Entonces, en vista de que el profesor no estaba, me acerqué y
apunté con un lápiz las fórmulas en la mesa. Ella me agradeció, yo salí del
salón y busqué al profesor durante bastante tiempo… luego de eso no nos vimos
hasta que entramos a primer año de secundaria, el primer día nos dimos con la
sorpresa de estar en el mismo salón de clases y nos sentamos juntas,
conversamos y nos llevamos bien, fue graciosísimo ya que nos burlábamos de los
profesores… sí, lo sé, burlarse es malo, pero lo hacíamos con “cariño”. Y ese
día, a la hora del receso nosotras salíamos para comer algo cuando en la
puerta, una chica entra toda alborotada con una ensalada de frutas en las manos,
las tres nos chocamos y nos ensuciamos. No fue culpa ni de ella ni de nosotras,
fue de todas… en fin, nos hicieron limpiar y mientras limpiamos nos hicimos
bromas y reímos, no nos tuvimos rencor por nada y así fue como conocimos a
Gigi. Pasaron las semanas, Karla y yo nos llevábamos tan bien que los
profesores acordaron enviarnos a cada una a un extremo del salón (a mi me toca
siempre para el lado de la pared y a Karla de la puerta, ella reclama porque a
veces en invierno no cierran la puerta y se pela de frío). Gigi es la más
tranquila, aunque cuando le encienden la mecha empieza a hablar como cotorra y
no para de hablar hasta que sacan al receptor o a ella del salón… así somos, un
poco distintas, un poco parecidas y nos queremos mucho.
A la última hora de clases, la profesora de Literatura ya
finalizaba las lecciones, cuando se sienta en su pupitre y con una gran sonrisa
nos da una “maravillosa” noticia.
Profe de Literatura: mañana tienen exposición de la obra que
les dejé para vacaciones de medio año – sonrisa - ¿no se habrán olvidado,
verdad?
Todas estuvimos con una cara de desconcertadas, era como…
ver al presidente de la república con un traje de Lady Gaga! Hasta a mí se me
había olvidado leer el libro.
Profe de Literatura: y no me vayan a decir “profesora, usted
no dijo, no avisó” porque aquí lo tengo bieeeen apuntado – señalando su
registro – mañana exponen, las que no leyeron, lo lamento señoritas pero irá de
frente al registro un “00”.
Sentí que se me salía el cerebro! No había leído el libro, ¡ni
siquiera lo tenía! Busqué en la parte trasera del cuaderno y EFECTIVAMENTE ahí
tenía apuntado que en la fecha del día de mañana había exposición sobre la obra
dicha.
Mierda! Y para rematarme, tenemos Literatura mañana a
PRIMERA HORA.
El timbre de salida tocó y todas nos quedamos en la misma
posición de desconcertadas. La profesora alistó sus cosas y mientras las
alumnas conversábamos entre nosotras preguntándonos quién había leído el libro.
Gigi (se sienta detrás de mi): (tu nombre), ¿leíste el
libro? – guardando sus lapiceros.
Yo: nooo, nada, ¿Y tú?
Gigi: tampoco.
Yo: ¿lo tienes?
Gigi: sí, pero le olvidé de leerlo… ya sabía, algo me decía
que estas vacaciones parecían perfectas.
Suspiré abatida.
Gigi: no me digas que no tienes el libro.
Yo: no te digo porque ya lo sabes… iré a la biblioteca a
penas salga del colegio.
Karla (llegando por detrás de mi): come bien porque si no, no
vas a entender nada de lo que dices.
Yo: está bien, está bien… comeré algo mientras voy.
Me despedí de las dos y fui corriendo a casa.
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